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viernes, 31 de mayo de 2013

EVANGELIO SEGUN SAN MATEO -------POR RITA AMODEI

ORACION DE SAN EXPEDITO --EL MILAGROSO --------POR RITA AMODEI

Oración a San Expedito, patrono de los ausntos urgentes para rezar en momentos de necesidad de soluciones urgentes. ++++++++++

LOS ESCRITOS DE LA MADRE ANGELICA-------EL ME ESCOGIO PARA SER ......++++++POR RITA AMODEI

El me escogió para ser ++++++++++++++++++++++++++++++++++ "Antes de haberte formado yo en el vientre, te conocía." (Jer 1, 5) Nuestras mentes no pueden comprender cuán especial es cada alma para Dios. No entendemos la dignidad de ser elegidos por su Bondad para vivir, pensar, conocer, ver y amar. No somos por casualidad — hemos sido elegidos por Dios para existir. Antes de que el tiempo comenzara, Dios nos escogió a cada uno y esta elección fue deliberada. Dios vio a todos los posibles seres humanos que podría crear a lo largo de la historia del mundo. Sobre los posibles billones de seres humanos que pudieran existir en la mente de Dios — su Ojo se fijó en cada uno de nosotros y entonces se detuvo y dijo," Tú serás." Vio a todos los que podrían haber sido y decidió que no serían. Su providencia nos puso en un tiempo y estado de vida que pudiera extraer nuestro mayor potencial. Nos dio a cada uno talentos especiales, dones y virtudes naturales, destinados todos ellos hacia un conocimiento más profundo de Él mismo. Incluso aquéllos cuyas circunstancias les impiden conocerlo directamente, poseen una convicción profunda de Su existencia y providencia. Nos colocó a cada uno un sistema de radar interno que nos advierte del peligro y nos garantiza intuitivamente Su cuidado, para que nunca estemos alejados de Él y no nos privemos del conocimiento de Su existencia. La Mano que nos formó a cada uno dejó Su impronta en nuestras mentes y almas, porque Él nos hizo a Su propia imagen. El alma que Él insufló sobre esta obra de Sus Manos —nuestro cuerpo— fue grabado con algo de Su amor — Su poder creativo — Su fuerza. Nosotros reflejamos Su eternidad, una vez que Su voluntad nos llamó de la nada, nos convertimos en inmortales — nuestra alma nunca morirá. -------------------------------------------------------------------------------- "Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre." (Is. 49, 1) Leemos en el Evangelio de S. Juan que, cuando Jesús se apareció a María Magdalena, ella pensó que era el jardinero. Su mente no estaba lista para la Resurrección y entonces oyó su nombre—" ¡María!" ¿Fue el tono de voz lo que le hizo reconocer a Jesús o fue porque el Dios-hombre lo pronunció? ¿Quizá tenía la resonante cualidad del eco lo que llegó a sus oídos? Ese nombre fue pronunciado por Dios antes de que ella naciera —antes que comenzara el tiempo. A su sonido despertó una criatura, primero salió de la nada, después salió del pecado y ahora salió de la tristeza. La primera vez que fue pronunciado, decretó su nacimiento — la segunda vez ella vino a ser —la tercera le llamó a su renacimiento, y ahora, después de la Resurrección, le llamó a reconocer a su Dios en Espíritu, en ella, en su prójimo y en la fe. Cuando un hombre pronuncia un nombre es principalmente una llamada para servir, pero cuando Dios lo pronuncia, da vida, poder, gracia y alegría. Cuando Jesús dijo, "Lázaro sal fuera", un hombre muerto resucitó; cuando Él cambió el nombre de Simón a Pedro, le dio una misión específica y el poder a un hombre. Cuando Él tronó," Saúl, Saúl, por qué Me persigues”, un hombre fue cegado de golpe, transformado y llamado con el nombre de Pablo. Qué estupendo y cuán afortunados somos; pues Dios nos llama constantemente por nuestro nombre y nos da la gracia para cambiar y responder a Su amor. -------------------------------------------------------------------------------- "Fuiste tú quien del vientre me sacó, a salvo me tuviste en los pechos de mi madre; a ti me confiaron al salir del seno, desde el vientre materno tú eres mi Dios.” (Sal. 22, 9-10) El salmista comprende que fue el Señor Dios quien lo sostuvo en Su regazo; pero su madre natural lo alimentó y lo cuidó. Ve a Dios sostener su cuerpo, dándole la fuerza y todas las funciones corporales necesarias para crecer. No debemos perder nunca de vista esta realidad. Ni por un momento, Dios ha dejado de cuidarnos, proveyéndonos y amándonos. Incluso en esas ocasiones en que parecía que otros se hacían cargo de nuestro crecimiento y cuidado —se hacía en el regazo de Dios — el cuidado amoroso de un Padre compasivo, quién nunca dejó de cuidarnos. Él lo hacía tan silenciosamente que no éramos conscientes de Su preocupación. Era como que si Su poder pudiera asustarnos o Su fuerza aplastarnos, es por ello que se ocupó de nuestra formación y crecimiento con la tal ternura y silencio. Es desafortunado que nosotros hayamos confundido silencio con ausencia y ternura con abandono. -------------------------------------------------------------------------------- “Porque tú has formado mis riñones, me has tejido en el vientre de mi madre;... Mi aliento conocías cabalmente, mis huesos no se te ocultaban, cuando era formado en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra." (Sal. 139, 14-15) Sólo Dios nos conoce como somos. Cuando el Salmista dice que Dios nos conoce cabalmente, él quiere decir cada aspecto de nuestra creación, vida, talentos, temperamento y características. Él sabe las cruces que vendrían a nuestro camino y como cada una nos ayudaría a cambiar, moldear y conformar nuestra alma a Su Imagen. Como todos los padres, espera el día en que verá claramente Su reflejó en nosotros. Él nos anticipó el elegirle sobre todas las cosas y ve la gloria maravillosa que esa elección nos proporciona. Él vio la santidad que podríamos obtener, la humildad de corazón que sería como un escudo a nuestro alrededor. Él vio las lágrimas que Su amor enjugaría suavemente y las veces que se inclinaría para tomar y sostener nuestra mano cuando cayéramos en desgracia. Él vio nuestras malas elecciones y se apenó por nuestro dolor y entonces buscó maneras de sacar lo bueno de todo. Sí, nos conoció entonces, profundamente y profundamente nos conoce ahora y — todavía Él nos ama. -------------------------------------------------------------------------------- ".. en tu libro están inscritos los días que me has fijado, sin que aún exista el primero." (Sal. 139, 16)> Tenemos una baja opinión sobre nosotros mismos — nuestro sentido de la justicia de Dios es muy severo — nuestro concepto de Su misericordia, pobre — nuestro gozo en Su amor, efímero. Reservamos nuestras expresiones de amor a Dios como un acto de gratitud después de algún favor recibido. ¿Cuán a menudo pensamos en el amor de Dios por nosotros antes que comenzara el primer día de nuestra existencia? ¡Con qué amor y cuidado Él nos dio a luz y determinó la longitud de nuestros días! Nosotros no somos por casualidad. Tenemos una misión que cumplir, un lugar que ocupar en Su Reino, un deber que realizar y un trabajo que llevar a cabo. Somos importantes para Dios y una parte integral de la historia de la salvación. Cada ser humano ejerce una influencia, cambia a las personas para el bien o el mal, construye o destruye, se sirve o crea oportunidades. Podemos decir ciertamente que cada ser humano cambia el mundo para el bien o el mal y el mundo no es el mismo porque cada uno de nosotros ha vivido en él. No importa cuán insignificante sea nuestro papel, la humildad de nuestra posición, o lo desconocido de nuestra contribución, cada uno de nosotros deja una marca en alguna parte de este mundo. Sin portentos Él nos elige con gran cuidado y determina nuestro curso con amor infinito. ¡Qué don es la vida! -------------------------------------------------------------------------------- "El Espíritu santo te vendrá sobre ti," el ángel respondió a María, "y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra." "He aquí la esclava del Señor..., hágase en mí según tu palabra." (Lc 1, 35-38) Qué maravillas y misterios de Dios envuelve este corto párrafo. El mundo entero esperaba, estudiaba, discernía, ayunaba y oraba por la venida del Santo. El relato de Su Encarnación es corto, pero lleno de alimento para el pensamiento. Dios envió a un ángel a pedirle a María que consintiera ser la Madre del Redentor. Él respeta el poderoso regalo que nos ha dado. Él no realizará esta maravilla de maravillas sin su consentimiento. El ángel le dijo que no temiera —su virginidad quedaría asegurada — fue el Espíritu Santo, envolviendo este precioso Templo del Señor, el que dijo "Permite que la Palabra se haga Carne." La misma Voz que cubrió con sus alas la nada y dijo, "haya luz", daría a luz a la Palabra Eterna y lo pondría en la cuna del útero de María. En el instante en que su voluntad concurrió con la Voluntad del Padre, la Palabra se hizo Carne y habitó entre nosotros. Hay muchas opiniones hoy acerca de cuando un embrión se convierte en persona — un ser humano — una especie con poderes para decidir y realizar. ¿Cuándo se implanta el alma en el cuerpo de un ser humano en vías de desarrollo? Algunos dicen que cuando el corazón empieza a latir, otros cuando las ondas cerebrales comienzan a funcionar. ¿Qué dice la Escritura? ¿Qué prueba visible poseemos para resolver este misterio? Nosotros sabemos que "Jesús fue como nosotros en todo excepto en el pecado." Debemos ver si la Palabra Encarnada en el útero del Templo Inmaculado de Dios —María—fructificó, fue poderosa —viva — una Persona Divina — Dios — hombre. La escritura nos dice que el ángel Gabriel había informado a María que su prima Isabel había concebido un hijo en su vejez. Inmediatamente después del anuncio de su propia Maternidad, " En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá. “Estamos hablando aquí de un viaje de unos ocho kilómetros — un viaje hecho por una mujer que acababa de decir su "Amén” a Dios. No había ninguna duda en su mente de que ella inmediatamente poseyó y llevó en su útero al Hijo de Dios. Tan evidente era la Presencia Divina dentro del ella — tan poderosa y fuerte esa diminuta semilla que, en cuanto ella saludó a su prima Isabel, el niño que Isabel llevaba experimentó la fuerza de la Palabra hecha Carne. Isabel y su hijo de seis meses sintieron la Presencia de Aquel que los sacó de la nada. El Dios-hombre que había sido puesto justo un día antes en la oscuridad del seno de María Inmaculada, dio la luz de la santidad y la gracia santificante a Su viviente, pero aún no nato, Precursor. La madre y el niño sintieron una Presencia y sus almas sintieron, humildes y jubilosas. "Isabel exclamó a gritos: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor?" Era ciertamente un misterio para Isabel. El Hijo Encarnado de Dios empezó la redención de la humanidad y la propagación de la Buena Nueva tan pronto como Él fue hecho Carne. En el momento de la Encarnación, Isabel estaba en su sexto mes y Lucas nos informa que María se quedó con ella tres meses — hasta el nacimiento y circuncisión de Juan el Bautista. No hay ninguna duda de que María realizó esa visita inmediatamente después de que la Palabra se hiciera Carne. No puede haber pues ninguna duda en nuestras mentes acerca de cuando se unen alma y cuerpo para formar un ser hecho a imagen y semejanza de Dios. Es en la concepción. Si sólo hubiera habido en María el principio de un cuerpo, sin un alma humana unida a la Divinidad, no habría habido ninguna reacción por parte de Isabel y su hijo nonato —ninguna exclamación de sorpresa por el honor de ser visitados y cuidados por la propia Madre de Dios. La maternidad empieza ciertamente cuando hay un ser completo dentro de una mujer, un ser con un cuerpo y un alma, unidos para formar juntos una persona humana. Isabel atestiguó la verdad de esta realidad llamando a María la Madre de su Señor. Ella vio dos misterios en una mirada intuitiva — la Encarnación del Mesías y la realidad de una persona totalmente humana en la concepción. Cuándo Dios dice, "haya vida" ¿nos atreveremos a decir "no será? -------------------------------------------------------------------------------- "¿O no sabéis que vuestros cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo. (1 Cor 6, 19) Tenemos tendencia a pensar que nuestro cuerpo es nuestro y que podemos hacer con él lo que nos gusta. Pero esto no es así. Hemos sido creados por Dios — creados como débiles seres humanos — una parte humana otra espiritual. Nuestra dignidad como seres humanos fue degradada en el principio, por el orgullo y la rebelión de nuestros primeros padres, Adán y Eva, y después por nuestras propias malas decisiones. El amor de Dios por nosotros inventó un modo de levantarnos sobre nuestra degradación — sobre nuestra propia naturaleza, y nos escogió como seres a los que Él podría llamar legítimamente "hijos". Envió a Su propio Hijo a tomar nuestra carne sobre sí — vivir y morirse como uno de nosotros y después resucitarlo de la muerte para que fuéramos liberados de la esclavitud del pecado. ¡Qué precio se pagó por alguien de naturaleza tan frágil, tan vacilante en su voluntad y tan inclinada al mal! El Gran Rey busca un campesino para elevarlo a la dignidad de un Príncipe. Cada uno de nosotros es un tipo de Cenicienta que es atraído por el Rey para vivir una nueva vida. La elección es nuestra, pero el premio es Suyo — Él tiene ya derecho sobre todo lo que somos, todo lo que poseemos. Él sólo tiene el bien para darnos. ¿Por qué preferimos tan a menudo lo que nos daña? ¿Es el derecho de escoger el bien y el mal más precioso para nosotros que la paz, la felicidad y la alegría? ¿Preferiríamos ser miserables y emplear mal nuestra libertad para elegir, en lugar de ser humildes y admitir que Dios Sabe lo que es mejor para nosotros? ¿Qué precio pagó para salvarnos y qué precio pagamos cuándo hacemos nuestra voluntad? No, nosotros no tenemos derecho a hacer cuanto deseamos con nuestra vida o con la de otros. Nuestra vida pertenece a Dios y ese Dios es bastante poderoso para mantenerla, suficientemente bueno para sostenerla y lo bastante prudente para atender todas sus necesidades. Nuestro cuerpo, dice S. Pablo, es casa del Espíritu del Señor. Es un Templo. Profanarlo por el pecado o quitarle la vida que da el espíritu, es cometer una injusticia con Dios, los hombres y uno mismo — con Dios porque lo creó y Le pertenece, con nuestro prójimo porque necesita ver a Dios irradiar en nuestras vidas y a nosotros porque fuimos creados para ser hijos de Dios y herederos de Su Reino. Nos olvidamos que todo lo que Dios creó es bueno. En el Libro de Génesis, para asegurárnoslo, después del relato de cada día, dice Dios "vio que era bueno." Si esto es verdad en la creación de los seres inanimados y los animales, cuánto más verdadero en la del ser humano — hecho a imagen y semejanza de Dios. Aquellas cosas que no convienen a nuestras vidas es lo que hacemos la mayor parte del tiempo, pero, incluso en estas circunstancias, Dios saca lo bueno de ellas para nosotros. El único mal en el mundo es el pecado, por el pecado se destruye y se mata, pero la gracia de Dios resucita las almas muertas y las hace nuevas por el arrepentimiento, la confesión y la absolución. Una vez más Dios puede decir, "es bueno — es muy bueno." -------------------------------------------------------------------------------- "Escuchadme.... los que habéis sido transportados desde el seno, llevados desde el vientre materno, Hasta vuestra vejez. Yo seré el mismo, hasta que se os vuelva el pelo blanco, yo os llevaré,” (Is. 46, 3) "Serás como un hijo del Altísimo, y él te amará más que tu madre,” (Eclo 4, 10). “Como aquel a quien su madre consuela, así yo os consolaré.” (Is. 66, 13). "Yo, yo soy tu consolador. ¿Quién eres tú que tienes miedo del mortal y del hijo del hombre, al heno equiparado?” (Is 51, 12). Sí, nosotros no apreciamos el don de la vida. Hemos olvidado la realidad del cuidado y del amor de Dios por nosotros desde la Concepción a la muerte. Contemplamos la naturaleza como si esta obra irracional, hecha por la mano de Dios, decidiera nuestro destino — el destino de unos seres inteligentes. Buscamos en el mundo directrices para pensar y actuar. Miramos a nuestro vecino e intentamos medir sus conceptos e ideales. Buscamos guía y ayuda por todas partes y en cualquier parte, pero no nos dirigimos al Origen de nuestra vida, la Causa de nuestro ser, el Dispensador de nuestra inteligencia y la Vida de nuestro espíritu. Algunos contemplan su nacimiento como un accidente, la vida como un mal necesario y la muerte como una resignación a lo inevitable. La visión puede nublarse tanto, por el egoísmo, las estadísticas y el orgullo, que un útero que da la vida se ha convertido en una tumba de muerte. Hay otros cuyos conceptos de la vida se estrechan, su futuro es tan desesperado y su presente tan insufrible, que la única solución a su problema es la extinción completa de esta vida. Y hay muchos que viven en un tipo de oscuro mundo — la oscuridad de lo inferior — de desesperación, sin un pensamiento sobre Dios, el amor o lo que pueda venir. Viven dentro del círculo de sus propios pensamientos, deseos egoístas y odio a sí mismos. Si aquellos que viven en estas actitudes dolorosas y frustrantes, comprendieran solo cuánto les ama Dios, cómo tienen un lugar en Sus planes, cómo cuida de ellos y desea que estén con Él en Su Reino. Ciertamente la comprensión de ser creados, sostenidos, amados y cuidados desde la concepción, en la vida y en la muerte, aseguraría la libertad a los nonatos, daría fuerza a los desamparados y confianza a los desesperados. Dios tiene toda nuestra vida en la palma de Sus Manos — podemos descansar seguros en nuestro pasado, presente y futuro porque Él nos ama. Atrás Cortesía de: Eternal Word Television Network 5817 Old Leeds Road Irondale, AL 35210 EWTN Español

viernes, 24 de mayo de 2013

Curando su fe en contraste a la fe “curandera. ESCRITOS DE LA MADRE ANGELICA ------POR RITA AMODEI

Curando su fe en contraste a la fe “curandera” Las curaciones y los milagros han sido un misterio para los hombres de todos los tiempos. Para algunos, el fenómeno es aterrador; mientras que para otros es emocionante. Quizá resulta más común que sea aterrador dada la posibilidad de la decepción y el mal. Cuando Dios le dio a Moisés el poder de realizar milagros, los magos y adivinos del faraón fueron capaces de repetir algunos de los mismos. Se habla de prodigios fantásticos en tiempos paganos durante el periodo helénico y muchos milagros que fueron realizados por rabinos judíos y por los antiguos profetas. Elías evitó que cayera la lluvia durante tres años y medio. Elisha terminó con cuarenta y dos niños que se burlaban de él y lo llamaban "pelado". Dios siempre hizo maravillas a través de sus profetas para incrementar la fe de su pueblo escogido o para corregir sus desobediencias. Sin embargo, Su enemigo ha imitado algunos de esos milagros para engañar a los fieles. Jesús nos advierte de ello cuando dice, "Falsos cristos y falsos profetas aparecerán y harán signos y portentos para engañar a los elegidos, si es que pueden hacerlo. Por lo tanto, deben estar alertas". (Mc, 13,23). Jesús nos pide ser cautelosos pero no incrédulos. Se sintió profundamente golpeado cuando el padre de un endemoniado epiléptico le dijo, "'Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos." ¿Si puedes? -replicó Jesús. "Todo es posible para aquel que tiene fe". Inmediatamente el padre del niño exclamó: "Tengo fe, ayuda a la poca fe que poseo" (Mc. 9,23) Qué distinto fue el grito del leproso cuando dijo a viva voz: "Señor, si quieres, sáname." Jesús extendió su mano y le dijo: "Claro que quiero, estás curado." (Mt. 8,1). La diferencia entre aquellos dos hombres es que uno se maravillaba porque existía la posibilidad de ser curado y el otro se maravillaba porque sabía que Jesús lo curaría. El padre del endemoniado buscaba a cualquier persona que curase a su hijo. Intentó con los apóstoles, pero no le sirvió de nada. Para Él, Jesús era simplemente una posibilidad más. El hombre no creía que se encontraba delante del Hijo de Dios. No sorprende por eso que Jesús haya dicho: "Hombres de poca fe, ¿cuánto más debo soportarlos? (Mc 9,19). El leproso, en cambio, creía que Jesús era el Hijo de Dios y su humildad le hizo pedir solamente ser curado. Es extraño que alguien de poca fe pidiese ser curado, mientras que el leproso, que realmente creía que Jesús era de origen divino, humildemente hizo un pedido y esperó. La fe le dio al leproso la conciencia sobre la necesidad de la humildad. La escritura nos dice que el leproso: "se postró frente a Jesús" e hizo su pedido. Este acto de humildad era el espíritu que Jesús buscaba. Su poder salía de sí y alcanzaba a aquellos que tenían alguna necesidad. Mientras más honda fuera la fe, más grande era la humildad. El centurión que le pide curar a su sirviente le dice a Jesús: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero di una palabra y bastará para sanar a mi sirviente" (Mt. 8,8) Tampoco nos debe sorprender lo que dijo Jesús al responder: "En verdad no he encontrado en Israel fe como ésta." Este hermoso acto de confianza y abandono de sí por parte del centurión tocó el corazón de Jesús. Este hombre creía que Jesús era el Hijo de Dios, tan poderoso que un acto de Su Voluntad podía realizar el milagro. El hombre esperó humildemente, "Sólo di una palabra", le dijo y todo estará bien Jesús también se sorprendió con la fe de la mujer cananea. Ella gritaba en pos de Él, a pesar de la consternación de sus apóstoles, rogando por la liberación de su hija posesa. Al principio Jesús "no le contestó ni una palabra" como le recordaba a sus apóstoles ya que Él había sido enviado sólo para la casa de Israel. La mujer, sin embargo, no se sintió intimidada. Se puso de rodillas a sus pies en actitud suplicante. "Señor", le dijo "Ayúdame". Él le contestó "No es justo que se tome la comida de los hijos y se la tire a los perros." En este punto cualquier persona orgullosa se hubiera retirado, indignada e insultada. Pero esta mujer pagana no lo hizo. Aceptaba su posición y contestó "Oh, sí Señor, pero incluso los perros pueden comer las sobras que caen de la mesa de su amo." Entonces el Señor le respondió "Mujer, tienes una gran fe. Que se haga lo que pides." (Mt. 15,21-28) Dos paganos manifestaban una humilde sumisión a la voluntad y poder de Jesús, a quien consideraban de origen divino. En ambos casos Jesús los muestra como ejemplos de fe. Su necesidad e impotencia no les permite resistir con sus propias fuerzas y ambos esperaron humildemente para que Su poder hiciera todo por aquellos que amaban. Ninguno de ellos pidió algo para sí, sólo para otros. Los milagros que Jesús realizó no fueron tanto signos de su misericordia sino de su linaje divino. Buscaban acrecentar la fe de quien recibía el don y del espectador del mismo. Fueron algo simbólico de la era mesiánica, la venida del reino y el poder del Espíritu. Cuando estos fines no se cumplían, Jesús no obraba milagros. Por esta razón hizo tan poco en su ciudad natal. El conocimiento que los nazarenos tenían sobre Su vida oculta bloqueaba sus mentes al punto que la fe en su divinidad era imposible. Sus corazones estaban tan endurecidos que trataron de atraparlo como a un loco cuando Sus milagros fueron conocidos por ellos. Lo conocían sólo como el hijo del carpintero y los signos de su divinidad no eran aceptables. No respetaron su rol de Mesías y Salvador. Como el padre del endemoniado, ellos no creían que fuera capaz de realizar milagros y por eso no le pedían curar a los enfermos. Esta terquedad de corazón les impedía tener la humilde paciencia que pide y espera en Su Voluntad -una voluntad que busca el bien de aquellos a quienes Dios ama. Hoy en día, también nosotros debemos darnos cuenta de que la fe pide, humildemente espera y acepta los resultados sin duda alguna. La fe es el pedido, porque al pedir afirmamos que Jesús es el Señor. Sin embargo, la esperanza nos permite entender que sin importar la respuesta que obtengamos - sea esta sí o no - está dada siempre porque es lo mejor para nosotros. Así, el amor acepta con alegría lo que la Voluntad de Dios nos pide hacer. Esta es la fe admirada, alabada y esperada por Jesús de parte de su pueblo elegido y ciertamente de parte de aquellos que Él ha redimido. La oración del cristiano siempre es respondida, ya que su oración nace de la fe y con ella puede obtener la humildad necesaria para mover las montañas de la duda. Nunca cuestione el amor de Dios cuando la respuesta es "no". La fe de los cristianos les permite ver el amor de Dios en todos los eventos de la vida. No se preocupe consigo mismo o con el pasado. Cuando peque, pide perdón y sé que la misericordia de Dios perdona y olvida. A diferencia de las personas en el tiempo de Jesús, el cristiano no considera a la enfermedad ni al sufrimiento como resultado del pecado o del enemigo. Este concepto es una manera de aproximarse a ambas realidades, propia del Antiguo Testamento, pero no del Nuevo. Los apóstoles estaban imbuidos del concepto del castigo hasta antes de Pentecostés. Podemos ver un cambio luego de este acontecimiento. Aunque algunos pecados originan enfermedades sociales y otros males, no podemos atribuir todas las enfermedades al pecado o al mal. "Para aquellos a quienes Dios ama, todas las cosas son para su bien." Un día, Jesús caminaba y vio a un hombre que era ciego de nacimiento. Sus discípulos le preguntaron: "Rabí, ¿quién pecó, este hombre o sus padres?, para que sea ciego de nacimiento. "Ni sus padres ni él." Jesús contestó "ha nacido ciego para que la obra de Dios se muestre en él." (Jn. 9,1-4). Jesús nos está diciendo que ningún pecado del ciego o de sus padres es la causa de la aflicción de este hombre. El Padre ha permitido que este hombre nazca ciego debido a causas naturales o a alguna malformación congénita. Lo que aparecía como un mal, Dios lo vio y dijo: "Déjalo ser." Dios vio ambas cosas en la ceguera del hombre y en la curación que un día realizaría su hijo. Pensar que el Padre dejó ciego al hombre desde su nacimiento con el expreso propósito que Su Hijo tuviera alguien a quien curar es una suposición monstruosa. La ceguera era sólo una muestra del amor de Dios, así como su curación. ¡Cuánto mal habrá experimentado este hombre debido a su ceguera! ¿No era acaso la ceguera una preparación para que su alma acepte a Jesús, el Señor? Este hombre no tenía fe. No conocía a Jesús y nunca había oído de Él. El evangelio se explaya al enfatizar este hecho. Cuando la gente le preguntaba al ciego cómo había sido curado, él respondía diciéndoles que "El hombre llamado Jesús", lo había hecho. Le preguntaban de donde era este hombre, pero ya Jesús se había ido. Sólo después de ser expulsado de la sinagoga se encontró con Jesús, quien había escuchado de su expulsión y lo encontró. Sólo en ese momento, la fe cobró vida. "¿Crees en el Hijo del Hombre?, Jesús le preguntó. El que antes era ciego lo miro confundido y respondió: "Dime quien es para que pueda creer en Él. "Jesús le dijo "Lo estás viendo, te está hablando." Es ahora que este hombre recibe la vista más importante de todas -la vista espiritual. Sus ojos físicos veían a un hombre y ahora tenía la oportunidad de ver a Dios en ese hombre. Su cura preparó sus sentidos para ver a los hombres, pero su alma fue elevada sobre ese nivel y ahora podía ver a Dios. "Señor, yo creo," le contestó a Jesús, "y lo adoró" (Jn.9, 35.39) El milagro estaba completo. El propósito de la curación había cerrado el círculo. El hombre sin fe había sido sanado para que, con la fe obtenida, se convirtiese en testigo para otros del poder de Jesús. ¡Es curioso como los fariseos, quienes veían, terminasen ciegos y que el hombre nacido ciego pudiese ver! ¿Quiénes sufrían a causa del mal? Ciertamente, no el que había nacido ciego. Existieron otros a quienes Jesús curó y carecían de fe. El hombre en el templo con la mano atrofiada no dudó al ponerse frente a Jesús para probarle. Conocedores de su compasión, los fariseos querían engatusarlo haciéndolo sanar en sábado. Luego de confrontarlos con su hipocresía, le dijo al hombre "Estira tu mano" y su mano estaba curada. Ni el hombre ni los que lo llevaron ante Jesús tenían fe. No se necesita tener mucha imaginación para creer que el hombre que fue curado ganó una profunda fe en Jesús. Quizá el ejemplo clásico de curación de alguien que no tenía fe es el hombre de Betsaida. El particular incidente nos da también dos perspectivas. La primera, este hombre fue el único curado dentro de un gran grupo de personas. La segunda, este hombre ya se encontraba en Betsaida, sentado en la fuente esperando ser curado, ¡cinco o seis años antes del nacimiento de Cristo! La escritura nos dice que había tenido esta enfermedad por aproximadamente treinta o cuarenta años y Jesús tendría aproximadamente 32 años en ese entonces. No, Jesús no curaba a todos. Hubo períodos, dice la escritura, en los que curaba a todos, en otros a muchos, y en este caso particular, sólo uno fue curado. Uno también se maravilla del hombre que Pedro y Juan curaron luego de Pentecostés. ¿Cuántas veces Jesús pasó delante de él y no lo curó? Este hombre que fue milagrosamente curado tenía más de 40 años (Hch. 4:22) Otra vez, un hombre mayor que Jesús -un hombre a quien Jesús vio una y otra vez y nunca curó. De hecho, no existe registro alguno sobre curaciones durante su vida oculta que duró 30 años. Era el Dios-hombre al momento de su encarnación -así que tenía el poder que hacía falta. Su santidad era infinita, por lo que era la compasión personificada.¿Por qué entonces no curó a nadie en esos 30 años? Evidentemente no era la Voluntad ni el tiempo del Padre y dado que Dios es amor, podemos asegurar que ningún dolor o sufrimiento es desperdiciado. El Dios-hombre, que pidió a los apóstoles recoger todo el pan y el pescado que sobró, estará incluso más atento para que no se pierda ningún sufrimiento que experimentemos con Él y por Él. Jesús fue cuidadoso con sus curaciones porque con frecuencia un cuerpo sano se usa para pecar y no para glorificar a Dios. Tal vez esta es la razón por la que Pedro nos dice en su epístola que aquel que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado y está sujeto a la Voluntad de Dios. (1 Pedro 4,12). Tan pronto como Jesús sanó al hombre enfermo en la fuente, el hombre recogió su túnica y se fue. Jesús desapareció entre la multitud y no le permitió al hombre siquiera tener una idea sobre la identidad de quien lo curó. Más tarde, Jesús se encontró con él en el templo y le dijo, "Ahora estás bien nuevamente, asegúrate de no volver a pecar." Jesús no le dijo que su enfermedad era el resultado de su pecado. Solamente le hizo notar que había recibido un gran favor de parte de Dios, su vida debía cambiar - era necesaria una conversión auténtica. La pérdida de su alma sería aun más desastrosa que la enfermedad previa. Al examinar las curas que Jesús efectuó, en proporción al número de enfermos en Israel y el área de los alrededores al tiempo en que vivió entre nosotros, descubrimos que sanó a una pequeña porción de personas. Incluso sólo alimentó multitudes en dos ocasiones y en ambas se sintió decepcionado por su reacción. Miró tristemente a la multitud mientras lo seguían a Cafarnaún y dijo, "No me buscan porque han visto señales sino porque han comido todo el pan que querían comer." (Jn. 6:26) Jesús quería que sus milagros fueran signos de su divinidad y de la venida del Espíritu Santo. Estaban destinados a incrementar la fe, no a generar una utopía en la tierra. Sus seguidores debían ver sus señales y creer; no debían utilizarlas para sus propósitos personales. Debían crecer en la fe y adherirse a la Voluntad del Padre y cargar con la cruz para instaurar el amor en medio de ellos. No debían utilizarlo ni a Él ni sus señales para el bienestar material o económico. Por esa razón, el Señor dice, "Muchos me dirán 'Señor, ¿No profetizamos en tu nombre, arrojamos demonios en tu nombre, hicimos milagros en tu nombre?' Entonces les diré: '¡Nunca los he conocido, alejaos de mí raza de víboras! (Mt. 7:23). Hubo también otros milagros que Jesús realizó además de las curaciones de enfermos y de la liberación de espíritus. Estas proezas fueron realizadas con el mismo fin o propósito - incrementar la fe. La viuda de Naim no conocía a Jesús pero su corazón compasivo lloraba su pérdida. ¡Qué manera de crecer en la fe en Jesús cuando vio a su único hijo resucitar! Los distintos milagros sobre las aguas, tales como calmar la tormenta y caminar sobre las mismas, fueron hechos para incrementar la fe de sus apóstoles. En cada suceso en el que mostraban su falta de fe o su poca fe, el Señor los amonestaba. Incluso después de su resurrección, le impresionaba su incredulidad. A pesar de ellos, estos son los hombres que curaron enfermos y que sacaban a los demonios de los hombres. Quería que sus apóstoles y Sus seguidores no cuestionaran jamás que era el Hijo de Dios. Quería que le pidiesen lo que fuera, sabiendo que tenía el poder para realizar milagros. Pero nunca, ni siquiera por un momento, quiso que le pidiesen algo al Padre. Nos dio el mejor ejemplo de ello en el Huerto de los Olivos. Pidió lo imposible y aceptó el "No" del Padre con coraje, amor y confianza. Es debido al peligro de la presunción y a la tentación de perder la esperanza, que la Santa Madre Iglesia no cree en la "curación de fe". "Esta es un intento de utilizar los poderes divinos como un agente curativo natural que solamente es entorpecido por la insuficiente confianza por parte del que sufre. Un católico no debe someterse a la curación de fe que ve al poder divino como el sirviente automático de actos calculados." (Enciclopedia Católica Vol. 4, pg. 215-216 McGraw Hill) Podemos, humildemente, orar por lo que necesitamos, ya sea esto físico, material o temporal, sabiendo que nuestro Padre es Dios y es lo suficientemente poderosos para darnos lo que le pidamos, siempre y cuando sea para nuestro bien. La humildad nos permite admitir que no siempre sabemos en qué consiste nuestro bien. La fe pide, sabiendo que el Padre nos escucha. La esperanza espera Su respuesta y el amor la acepta con alegría. Una oración que no contiene estos tres elementos es frustrante y está llena de ansiedad. Una respuesta negativa es motivo de culpa e introspección, miedo y desesperanza. La insistencia de Jesús en realizar la Voluntad del Padre como el camino que lleva a la santidad abarca todos los aspectos de nuestra vida. Ninguna de las cosas que nos suceden está fuera de su Voluntad y todas están subordinadas a su infinita sabiduría, porque nos ama de manera infinita. En la alegría y la pena, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza, en el éxito y el fracaso, la Voluntad del Padre es la meta de la vida cristiana. Como Jesús, que entrega la vida entera con humilde sumisión a lo que el Padre permita u ordene. Él es libre y se encuentra en paz porque cumple la voluntad del Padre y brilla en Su Amor. No excusa las respuestas negativas del Padre concentrando su atención sobre sí mismo como la causa del sí o del no de Dios. Dios ama y constantemente, en todo momento, está curando nuestras almas por medio del poder de Su Santo Espíritu. Hace esto porque es bueno y porque, al ser nosotros pecadores, necesitamos de su ayuda. Siempre nos provee de gracia y de las oportunidades para curar nuestras almas de modo que el Espíritu puede transformarlas en imágenes perfectas de Jesús (2 Cor. 3:18). Algunas veces esta curación se realiza en medio de la enfermedad, pena, dolor o tragedia; y otras veces se realiza en medio de la salud, de la alegría, el éxito y el consuelo. Sea lo que sea, Dios siempre está trabajando. Los enfermos que no son curados después de habérselo pedido al Padre, son amados por Él de una manera especial. Dios confía en que su fe no será sacudida mientras compartan una astilla de la Cruz de Su Hijo. Ellos son testigos del poder del Espíritu Santo y los débiles reciben por medio de Él el don de la fortaleza para soportar el peso de la Cruz. Irradian esperanza porque su aceptación y el crecimiento espiritual de sus almas les permiten crecer en su imagen de Cristo, así como también caminar siguiendo los pasos del Señor que los guía amorosamente. "Benditos aquellos que han creído sin haber visto." (Jn. 20:29) Cortesía de: Eternal Word Television Network 5817 Old Leeds Road Irondale, AL 35210 EWTN Español

ESCRITOS DE LA MADRE ANGELICA .. EL PODER SANADOR DEL SUFRIMIENTO ......POR RITA AMODEI

Extractos de “El poder sanador del sufrimiento” Desde los tiempos de Adán y Eva, el hombre ha intentado evitar el sufrimiento de cualquier manera. Es un misterio para todos excepto para los santos de Dios. Los Profetas lo entendieron como una llamada de Dios al arrepentimiento. Los Apóstoles lo vieron como parte del “feliz privilegio” de imitar a Jesús. Los paganos lo creyeron insensatez. Los hombres de hoy lo ven como un mal e intentan evitarlo, pero el dolor los sigue por donde quiera que vayan. El Padre escogió el sufrimiento para su Hijo desde su nacimiento hasta su muerte y Jesús nos recordó que el criado no está por encima del maestro. Si Él, como “Hombre-Dios” sufrió para entrar en su gloria, entonces, nosotros deberíamos de sufrir para prepararnos para la nuestra. Dios es Amor y quiere compartirse a sí mismo con nosotros aquí y en la eternidad, pero las tendencias de nuestra naturaleza, la ilusión de la riqueza y las tentaciones del Enemigo se combinan para distraernos, disuadirnos y desalentarnos de nuestro objetivo. Los sufrimientos de esta vida no sólo hacen que nuestra personalidad sea más semejante a la de Jesús, sino que nos separan de las cosas de este mundo. Esta preparación Divina abre nuestras almas para que Dios pueda actuar y trabajar en ellas. Nuestro grado de gloria y nuestra capacidad de amar por toda la eternidad dependerá de nuestro estado de gracia en el momento de la muerte. Sufrimiento Preventivo Cuantas veces imploramos a Dios por algún favor con gran fervor, sólo para después sufrir la decepción más aplastante. ¡Meses o años más tarde nuestros corazones irrumpen en oraciones de acción de gracias cuando miramos hacia atrás y comprendemos que la adquisición de tal “favor” habría sido desastrosa! Sufrimiento Correctivo A lo largo del Antiguo Testamento uno casi puede sentir el Corazón de Dios que alcanza su límite cuando le suplica a su pueblo que no viva fuera de su Voluntad, no porque quiera que los hombres hagan lo que el dice, sino porque las criaturas que Él creó viven más felices cuando viven amando a su Creador. Es por su bien, no por el suyo, que los atrae a sí por medio de la corrección. Solo Él sabe qué es lo mejor para sus criaturas. Él sabe qué es necesario para preparar a aquella criatura para otra existencia superior a esta en la que ha sido creado. Existe un primer paso positivo hacia la felicidad llamado “Los Mandamientos”, diseñados para que estas criaturas actúen según el máximo de sus capacidades. Cuando el alma desobedece estas reglas tan simples, escritas para un objetivo más alto, sigue un sufrimiento indecible. No podemos culpar de este sufrimiento a Dios. Es el resultado inevitable de nuestra desobediencia. Incluso Dios, quien mira nuestro comportamiento irracional, saca bien del mal. Sólo cuando el hombre rechaza deliberada y coherentemente Su amor incansable, se aleja de la gracia. El hermoso ser humano creado a imagen de Dios se hace una caricatura grotesca de lo que estaba llamado a ser. Uno de los mejores ejemplos de sufrimiento correctivo es nuestra conciencia. El pequeño niño que trata de alcanzar una galleta que su madre le ha prohibido tomar siente una sutil inquietud sobre su alma, como el toque de una mano invisible. Él puede sentir su alma, durante un momento corto, y retroceder ante la desobediencia. El hombre que escucha a este silencioso consejero en su vida será más feliz; si no lo hace, sufrirá más dolor y perderá la paz. Cuando conscientemente rechaza reconocer la presencia de su conciencia y el sufrimiento que esto conlleva, lo mata, nunca más siente este Sufrimiento correctivo. Un día quizás rechazará completamente a Dios. El Sufrimiento del arrepentimiento El pecador que de pronto comprender el amor de Dios por él y luego mira como rechaza aquel amor, siente una pérdida similar a la muerte de un ser querido. Un vacío profundo se genera en el alma, y una soledad semejante a la agonía de la muerte. El alma se siente envuelta por una helada capa de hielo, y esto no es, sin embargo, el miedo al castigo, sino la conciencia de su ingratitud ante alguien tan bueno y cariñoso como Dios. El dolor comienza a curar las heridas hechas por el pecado y Dios mismo consuela el alma con el bálsamo curativo de su Piedad y Compasión. Si el pecado es grande, el alma, humillada por el conocimiento de sí misma, recordará su debilidad para nunca más ofender a Dios y alegrarse para siempre en su misericordia. Esta combinación de luto y consuelo guarda al alma en un estado de dependencia y de confianza en Dios, que buscó y encontró a su oveja perdida. El hombre procura compensar su pecado de algún modo positivo. El ladrón regala algo al pobre; el hombre de carácter fuerte procura ser apacible. El Rey David comprendió que haciendo alguna obra buena complacía a Dios, pero sabía de algo que nos haría muy bien recordar: él entendió que el sufrimiento mismo de su arrepentimiento complacía a Dios. Sufrimiento Redentor La palabra “redimir” significa rescatar, poner en libertad, pagar el rescate, y pagar la pena incurrida por el otro. A menudo perdemos de vista la definición “poner en libertad” y desperdiciamos el poder de nuestro ejemplo, porque estamos llamados a hacer lo mismo con nuestro prójimo. San Pablo no quiso que los sufrimientos encontrados en la vida cristiana desalentaran o desesperanzaran a nadie. Él descubrió que cuando el cristiano ve las bendiciones y la gracia que fluyen después de las pruebas, se llena de coraje para sufrir otra vez. Todo lo que hacemos con nuestro prójimo, lo hacemos con Jesús, y todos los sufrimientos que nuestros hermanos encuentran en su vida diaria sirven para construir el Cuerpo Místico de Cristo. ¿Cuál es el sentido de todo este sufrimiento para los demás? “Todo es para unirlos en el amor”, dice San Pablo, “y para convertir vuestras mentes, de modo que vuestro entendimiento sea completo”. (Col 2, 2) El Sufrimiento del testigo “Probamos que somos siervos de Dios con gran fortaleza en tiempos de tribulación” (2 Cor 6, 4-10) Ver a un cristiano creer en el amor de Dios cuando el dolor lo abruma da mucha esperanza. Ver la alegría en el rostro de un cristiano atormentado por pruebas y problemas renueva nuestra fe. Ver a alguien aplastado pero sereno ante la muerte de un ser querido, nos hace pensar en que existe otra vida. Ver la enfermedad y el dolor pacientemente llevados nos da coraje. Ver a un amigo que lo ha perdido todo y empieza de nuevo con confianza y amor, nos da fuerza para seguir. Ver perdón y misericordia después de una pelea entre amigos, trae alegría a nuestros corazones. Ver el regreso de pecadores a Dios y su crecimiento hasta alcanzar grandes cimas de santidad, aumenta nuestra confianza en su amor y su misericordia. Sea cual sea el grado de dolor y sufrimiento que debamos afrontar, somos capaces de testimoniar el amor del Señor Jesús. El fruto que el Espíritu hace brotar en nosotros necesita del sufrimiento. San Pablo nos dice que el fruto del espíritu es el amor, pero no siempre es fácil amar. Nuestro amor debe expandirse como el Amor Divino, debemos estar alegres pero debemos desapegarnos y confiar mucho en Dios para mantener la alegría. El Sufrimiento interior Uno de los mayores sufrimientos de la naturaleza humana es el sufrimiento que se lleva en el alma. Lo llaman Sufrimiento Interior y es difícil porque aunque podamos contarlo a un amigo, nunca podemos expresarlo como realmente sucede en la experiencia. El dolor físico puede ser medido por grados y máquinas, pero el Sufrimiento Interior es experimentado sólo por el alma y sólo Dios lo conoce. Su variedad es ilimitada porque cada alma tiene niveles mentales, espirituales e intelectuales distintos de los demás. Cada alma es una creación única de Dios y sus sufrimientos son totalmente únicos. El dolor físico afecta el alma puesto que el alma reacciona pacientemente o con impaciencia ante la situación del cuerpo, pero el sufrimiento interior es un dolor espiritual. Los resentimientos, las dudas y la tibieza carcomen nuestra alma y crean una soledad que nos coloca en un vacío espiritual. Nuestras caídas por culpa de nuestro temperamento juegan en contra de nuestras propias facultades y conducen nuestro espíritu a un carrusel de confusión y desánimo. El tiempo se hace pesado y la monotonía nos cubre como una niebla nocturna. El éxito a menudo trae el miedo al fracaso y la constante molicie de comer, dormir y trabajar genera un letargo que nos conduce a la acedia. Los malentendidos pueden roer nuestras almas mientras buscamos soluciones para situaciones imposibles. El recuerdo de penas pasadas y las perspectivas de nuevas por venir, paralizan nuestras almas y nos colocan en un estado tan cerca de la desesperación. Quizás el mayor sufrimiento interior es aquél que nos golpea cuando tenemos sed de Dios y nos encontrarnos carentes de conciencia ante su Presencia. Podemos soportar la angustia que viene de nuestras imperfecciones y la frialdad de nuestro vecino, pero cuando Dios parece estar lejos, no hay mayor dolor que éste. Podemos ver este sufrimiento interior en San Pedro y Pablo, cuando dudaron en torno al tema de la circuncisión, cuando vieron la persecución y la muerte de sus hijos convertidos, cuando había malentendidos entre cristianos y cuando sus colegas judíos los hostigaban. De vez en cuando estuvieron cansados y Pablo describe esta angustia y este cansancio del alma como el aguijón de la carne. El sufrimiento interior puede ser más purificador que cualquier otro, porque estamos obligados a enfrentarlo. Podemos distraernos y olvidar un dolor en el tobillo, pero cuando la sequedad, el cansancio, la tristeza, las preocupaciones y el miedo nos atacan, son como un sabueso que nos sigue donde quiera que vayamos. Debemos entender por qué Dios permite este sufrimiento interior, porque a primera vista parecería que la vida nos proporciona suficiente dolor para santificarnos. Las pruebas diarias e incluso el dolor físico son de algún modo exteriores a nosotros, pero el dolor interior, espiritual o psíquico, está bien adentro, y nos obliga a ser pacientes y a practicar la virtud. Las pruebas interiores nos santifican lentamente, porque tienen el poder de transformarnos para el bien. Es en el alma, en nuestra personalidad y en nuestro carácter, donde el verdadero cambio debe ocurrir si queremos reflejar la vida de Jesús. Podemos tener cáncer y ser curados, pero nunca cambiar. Podemos triunfar sobre alguna situación muy desagradable, pero nunca cambiar. Sin embargo, cuando nuestro dolor está dentro del alma y cooperamos con la gracia de Dios para saber usarlo, entonces eso sí tiene el poder de cambiarnos. Es en nuestras almas en donde Dios hace su trabajo más magnífico. El mundo puede tratar al anciano, al enfermo y al que sufre retardo con compasión, pero el trabajo de Dios en sus almas, a través del poder de su sufrimiento interior, hace un trabajo más increíble que el de la creación del Universo. Sólo en la eternidad veremos la belleza del alma y sólo entonces comprenderemos las grandes cosas que fueron obtenidas por el sufrimiento interior. Podemos estar seguros de que: La sequedad nos vuelve pacientes mientras buscamos amar a Dios por lo que Él es. La angustia mental nos hace depender de Su Sabiduría. Las dudas aumentan nuestra Fe cuando actuamos según nuestras creencias antes que nuestros razonamientos. El miedo nos hace confiar en la Providencia de Dios y esperar en su Bondad. La ansiedad nos conduce a desconfiar de nosotros mismos y a ofrecer nuestros problemas a Dios que es todo Amor. La preocupación nos hace comprender nuestra impotencia e infunde en nosotros un deseo de lanzarnos a los Brazos de su Sabiduría Infinita. El desaliento por nuestras imperfecciones nos hace esforzarnos por nuestra santidad con mayor determinación. La incertidumbre con respecto a nuestro futuro nos hace anhelar el Reino. Y: Las decepciones nos separan de las cosas que pasan y nos hacen contemplar aquellas que son eternas. Si viéramos la Mano de Dios en nuestra existencia cotidiana, comprenderíamos inmediatamente que nuestro prójimo es un instrumento del que Dios se vale para sacarnos de la oscuridad y llevarnos a su luz maravillosa. Ciertamente, nuestro vecino no es consciente de que representa una cruz para nosotros, pero la cruz que coloca sobre nuestros hombros es más provechosa para nuestras almas que los mejores elogios de nuestros amigos. El Sufrimiento desperdiciado El sufrimiento en sí mismo no nos hace santos. Si así fuera, todos los que están en el infierno serían salvados, ya que aguantan el peor sufrimiento y por toda la eternidad. Es gracias a que Jesús sufrió y a que nosotros unimos nuestro dolor al suyo que este sufrimiento nos transforma y nos cambia. Es gracias a que el Espíritu habita en nuestras almas por el Bautismo que Él sufre cuando nosotros sufrimos. Lo que hacemos con los más pequeños, eso hacemos con Jesús, y mientras hacemos sufrir a los demás sin saber lo que hacemos, sufrimos más aún y no comprendemos el gran tesoro al que renunciamos. Encontramos un ejemplo asombroso de este sufrimiento desperdiciado en la Escritura, en el Evangelio de San Juan. Jesús dijo a sus discípulos, “Ellos os expulsarán de las sinagogas y vendrá el tiempo en que os mataran pensando que con ello cumplen la voluntad de Dios. Harán estas cosas porque nunca conocieron al Padre o a Mí. (Jn 16, 2-3) Siempre que suframos sin amor, será un sufrimiento desperdiciado. Jesús y el sufrimiento Jesús sabía que una vez que Él, el Hijo del Padre, fuera elevado sobre la Cruz, todos los hombres de fe obtendrían la fuerza para soportar los sufrimientos que el Padre permitiría en sus vidas. Jesús sabía que el sufrimiento no estaría ausente en la vida de ninguno de nosotros antes de su Resurrección y se aseguró de que entendiéramos su papel en nuestras vidas. A lo largo de los Evangelios, nos promete sufrimientos y persecuciones y nos invita a aceptarlos con alegría. Él llamó bienaventurados a cuantos sufrieron y vencieron sus debilidades naturales. Él prometió el Cielo a quienes sufrieran pobreza interior y exterior. A los que prefirieron a Dios antes que a ellos mismos, les prometió la unión con el Padre. A los que pusieran sus susceptibilidades y resentimientos a un lado para perdonar, les prometió misericordia. A los que lucharan por la paz, les prometió la filiación divina, y a aquellos que sufrieran porque lo amaban, les prometió la alegría. Antes de que estos frutos se hicieran manifiestos, cierto sufrimiento era necesario. Su propio sufrimiento hubiera sido lo bastante poderoso para aniquilar el sufrimiento de la faz de la tierra, pero Él no optó por este camino. Prefirió seguir permitiendo el sufrimiento y hacerse Él mismo el ejemplo a seguir para todos los hombres. Atrás Cortesía de: Eternal Word Television Network 5817 Old Leeds Road Irondale, AL 35210 EWTN Español

ESWCRITOS DE LA MADRE ANGELICA . EL ME ESCOJIO PARA SER -------POIR RITA AMODEI

El me escogió para ser "Antes de haberte formado yo en el vientre, te conocía." (Jer 1, 5) Nuestras mentes no pueden comprender cuán especial es cada alma para Dios. No entendemos la dignidad de ser elegidos por su Bondad para vivir, pensar, conocer, ver y amar. No somos por casualidad — hemos sido elegidos por Dios para existir. Antes de que el tiempo comenzara, Dios nos escogió a cada uno y esta elección fue deliberada. Dios vio a todos los posibles seres humanos que podría crear a lo largo de la historia del mundo. Sobre los posibles billones de seres humanos que pudieran existir en la mente de Dios — su Ojo se fijó en cada uno de nosotros y entonces se detuvo y dijo," Tú serás." Vio a todos los que podrían haber sido y decidió que no serían. Su providencia nos puso en un tiempo y estado de vida que pudiera extraer nuestro mayor potencial. Nos dio a cada uno talentos especiales, dones y virtudes naturales, destinados todos ellos hacia un conocimiento más profundo de Él mismo. Incluso aquéllos cuyas circunstancias les impiden conocerlo directamente, poseen una convicción profunda de Su existencia y providencia. Nos colocó a cada uno un sistema de radar interno que nos advierte del peligro y nos garantiza intuitivamente Su cuidado, para que nunca estemos alejados de Él y no nos privemos del conocimiento de Su existencia. La Mano que nos formó a cada uno dejó Su impronta en nuestras mentes y almas, porque Él nos hizo a Su propia imagen. El alma que Él insufló sobre esta obra de Sus Manos —nuestro cuerpo— fue grabado con algo de Su amor — Su poder creativo — Su fuerza. Nosotros reflejamos Su eternidad, una vez que Su voluntad nos llamó de la nada, nos convertimos en inmortales — nuestra alma nunca morirá. -------------------------------------------------------------------------------- "Yahveh desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre." (Is. 49, 1) Leemos en el Evangelio de S. Juan que, cuando Jesús se apareció a María Magdalena, ella pensó que era el jardinero. Su mente no estaba lista para la Resurrección y entonces oyó su nombre—" ¡María!" ¿Fue el tono de voz lo que le hizo reconocer a Jesús o fue porque el Dios-hombre lo pronunció? ¿Quizá tenía la resonante cualidad del eco lo que llegó a sus oídos? Ese nombre fue pronunciado por Dios antes de que ella naciera —antes que comenzara el tiempo. A su sonido despertó una criatura, primero salió de la nada, después salió del pecado y ahora salió de la tristeza. La primera vez que fue pronunciado, decretó su nacimiento — la segunda vez ella vino a ser —la tercera le llamó a su renacimiento, y ahora, después de la Resurrección, le llamó a reconocer a su Dios en Espíritu, en ella, en su prójimo y en la fe. Cuando un hombre pronuncia un nombre es principalmente una llamada para servir, pero cuando Dios lo pronuncia, da vida, poder, gracia y alegría. Cuando Jesús dijo, "Lázaro sal fuera", un hombre muerto resucitó; cuando Él cambió el nombre de Simón a Pedro, le dio una misión específica y el poder a un hombre. Cuando Él tronó," Saúl, Saúl, por qué Me persigues”, un hombre fue cegado de golpe, transformado y llamado con el nombre de Pablo. Qué estupendo y cuán afortunados somos; pues Dios nos llama constantemente por nuestro nombre y nos da la gracia para cambiar y responder a Su amor. -------------------------------------------------------------------------------- "Fuiste tú quien del vientre me sacó, a salvo me tuviste en los pechos de mi madre; a ti me confiaron al salir del seno, desde el vientre materno tú eres mi Dios.” (Sal. 22, 9-10) El salmista comprende que fue el Señor Dios quien lo sostuvo en Su regazo; pero su madre natural lo alimentó y lo cuidó. Ve a Dios sostener su cuerpo, dándole la fuerza y todas las funciones corporales necesarias para crecer. No debemos perder nunca de vista esta realidad. Ni por un momento, Dios ha dejado de cuidarnos, proveyéndonos y amándonos. Incluso en esas ocasiones en que parecía que otros se hacían cargo de nuestro crecimiento y cuidado —se hacía en el regazo de Dios — el cuidado amoroso de un Padre compasivo, quién nunca dejó de cuidarnos. Él lo hacía tan silenciosamente que no éramos conscientes de Su preocupación. Era como que si Su poder pudiera asustarnos o Su fuerza aplastarnos, es por ello que se ocupó de nuestra formación y crecimiento con la tal ternura y silencio. Es desafortunado que nosotros hayamos confundido silencio con ausencia y ternura con abandono. -------------------------------------------------------------------------------- “Porque tú has formado mis riñones, me has tejido en el vientre de mi madre;... Mi aliento conocías cabalmente, mis huesos no se te ocultaban, cuando era formado en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra." (Sal. 139, 14-15) Sólo Dios nos conoce como somos. Cuando el Salmista dice que Dios nos conoce cabalmente, él quiere decir cada aspecto de nuestra creación, vida, talentos, temperamento y características. Él sabe las cruces que vendrían a nuestro camino y como cada una nos ayudaría a cambiar, moldear y conformar nuestra alma a Su Imagen. Como todos los padres, espera el día en que verá claramente Su reflejó en nosotros. Él nos anticipó el elegirle sobre todas las cosas y ve la gloria maravillosa que esa elección nos proporciona. Él vio la santidad que podríamos obtener, la humildad de corazón que sería como un escudo a nuestro alrededor. Él vio las lágrimas que Su amor enjugaría suavemente y las veces que se inclinaría para tomar y sostener nuestra mano cuando cayéramos en desgracia. Él vio nuestras malas elecciones y se apenó por nuestro dolor y entonces buscó maneras de sacar lo bueno de todo. Sí, nos conoció entonces, profundamente y profundamente nos conoce ahora y — todavía Él nos ama. -------------------------------------------------------------------------------- ".. en tu libro están inscritos los días que me has fijado, sin que aún exista el primero." (Sal. 139, 16)> Tenemos una baja opinión sobre nosotros mismos — nuestro sentido de la justicia de Dios es muy severo — nuestro concepto de Su misericordia, pobre — nuestro gozo en Su amor, efímero. Reservamos nuestras expresiones de amor a Dios como un acto de gratitud después de algún favor recibido. ¿Cuán a menudo pensamos en el amor de Dios por nosotros antes que comenzara el primer día de nuestra existencia? ¡Con qué amor y cuidado Él nos dio a luz y determinó la longitud de nuestros días! Nosotros no somos por casualidad. Tenemos una misión que cumplir, un lugar que ocupar en Su Reino, un deber que realizar y un trabajo que llevar a cabo. Somos importantes para Dios y una parte integral de la historia de la salvación. Cada ser humano ejerce una influencia, cambia a las personas para el bien o el mal, construye o destruye, se sirve o crea oportunidades. Podemos decir ciertamente que cada ser humano cambia el mundo para el bien o el mal y el mundo no es el mismo porque cada uno de nosotros ha vivido en él. No importa cuán insignificante sea nuestro papel, la humildad de nuestra posición, o lo desconocido de nuestra contribución, cada uno de nosotros deja una marca en alguna parte de este mundo. Sin portentos Él nos elige con gran cuidado y determina nuestro curso con amor infinito. ¡Qué don es la vida! -------------------------------------------------------------------------------- "El Espíritu santo te vendrá sobre ti," el ángel respondió a María, "y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra." "He aquí la esclava del Señor..., hágase en mí según tu palabra." (Lc 1, 35-38) Qué maravillas y misterios de Dios envuelve este corto párrafo. El mundo entero esperaba, estudiaba, discernía, ayunaba y oraba por la venida del Santo. El relato de Su Encarnación es corto, pero lleno de alimento para el pensamiento. Dios envió a un ángel a pedirle a María que consintiera ser la Madre del Redentor. Él respeta el poderoso regalo que nos ha dado. Él no realizará esta maravilla de maravillas sin su consentimiento. El ángel le dijo que no temiera —su virginidad quedaría asegurada — fue el Espíritu Santo, envolviendo este precioso Templo del Señor, el que dijo "Permite que la Palabra se haga Carne." La misma Voz que cubrió con sus alas la nada y dijo, "haya luz", daría a luz a la Palabra Eterna y lo pondría en la cuna del útero de María. En el instante en que su voluntad concurrió con la Voluntad del Padre, la Palabra se hizo Carne y habitó entre nosotros. Hay muchas opiniones hoy acerca de cuando un embrión se convierte en persona — un ser humano — una especie con poderes para decidir y realizar. ¿Cuándo se implanta el alma en el cuerpo de un ser humano en vías de desarrollo? Algunos dicen que cuando el corazón empieza a latir, otros cuando las ondas cerebrales comienzan a funcionar. ¿Qué dice la Escritura? ¿Qué prueba visible poseemos para resolver este misterio? Nosotros sabemos que "Jesús fue como nosotros en todo excepto en el pecado." Debemos ver si la Palabra Encarnada en el útero del Templo Inmaculado de Dios —María—fructificó, fue poderosa —viva — una Persona Divina — Dios — hombre. La escritura nos dice que el ángel Gabriel había informado a María que su prima Isabel había concebido un hijo en su vejez. Inmediatamente después del anuncio de su propia Maternidad, " En aquellos días, se puso en camino María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá. “Estamos hablando aquí de un viaje de unos ocho kilómetros — un viaje hecho por una mujer que acababa de decir su "Amén” a Dios. No había ninguna duda en su mente de que ella inmediatamente poseyó y llevó en su útero al Hijo de Dios. Tan evidente era la Presencia Divina dentro del ella — tan poderosa y fuerte esa diminuta semilla que, en cuanto ella saludó a su prima Isabel, el niño que Isabel llevaba experimentó la fuerza de la Palabra hecha Carne. Isabel y su hijo de seis meses sintieron la Presencia de Aquel que los sacó de la nada. El Dios-hombre que había sido puesto justo un día antes en la oscuridad del seno de María Inmaculada, dio la luz de la santidad y la gracia santificante a Su viviente, pero aún no nato, Precursor. La madre y el niño sintieron una Presencia y sus almas sintieron, humildes y jubilosas. "Isabel exclamó a gritos: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor?" Era ciertamente un misterio para Isabel. El Hijo Encarnado de Dios empezó la redención de la humanidad y la propagación de la Buena Nueva tan pronto como Él fue hecho Carne. En el momento de la Encarnación, Isabel estaba en su sexto mes y Lucas nos informa que María se quedó con ella tres meses — hasta el nacimiento y circuncisión de Juan el Bautista. No hay ninguna duda de que María realizó esa visita inmediatamente después de que la Palabra se hiciera Carne. No puede haber pues ninguna duda en nuestras mentes acerca de cuando se unen alma y cuerpo para formar un ser hecho a imagen y semejanza de Dios. Es en la concepción. Si sólo hubiera habido en María el principio de un cuerpo, sin un alma humana unida a la Divinidad, no habría habido ninguna reacción por parte de Isabel y su hijo nonato —ninguna exclamación de sorpresa por el honor de ser visitados y cuidados por la propia Madre de Dios. La maternidad empieza ciertamente cuando hay un ser completo dentro de una mujer, un ser con un cuerpo y un alma, unidos para formar juntos una persona humana. Isabel atestiguó la verdad de esta realidad llamando a María la Madre de su Señor. Ella vio dos misterios en una mirada intuitiva — la Encarnación del Mesías y la realidad de una persona totalmente humana en la concepción. Cuándo Dios dice, "haya vida" ¿nos atreveremos a decir "no será? -------------------------------------------------------------------------------- "¿O no sabéis que vuestros cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? ¡Habéis sido bien comprados! Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo. (1 Cor 6, 19) Tenemos tendencia a pensar que nuestro cuerpo es nuestro y que podemos hacer con él lo que nos gusta. Pero esto no es así. Hemos sido creados por Dios — creados como débiles seres humanos — una parte humana otra espiritual. Nuestra dignidad como seres humanos fue degradada en el principio, por el orgullo y la rebelión de nuestros primeros padres, Adán y Eva, y después por nuestras propias malas decisiones. El amor de Dios por nosotros inventó un modo de levantarnos sobre nuestra degradación — sobre nuestra propia naturaleza, y nos escogió como seres a los que Él podría llamar legítimamente "hijos". Envió a Su propio Hijo a tomar nuestra carne sobre sí — vivir y morirse como uno de nosotros y después resucitarlo de la muerte para que fuéramos liberados de la esclavitud del pecado. ¡Qué precio se pagó por alguien de naturaleza tan frágil, tan vacilante en su voluntad y tan inclinada al mal! El Gran Rey busca un campesino para elevarlo a la dignidad de un Príncipe. Cada uno de nosotros es un tipo de Cenicienta que es atraído por el Rey para vivir una nueva vida. La elección es nuestra, pero el premio es Suyo — Él tiene ya derecho sobre todo lo que somos, todo lo que poseemos. Él sólo tiene el bien para darnos. ¿Por qué preferimos tan a menudo lo que nos daña? ¿Es el derecho de escoger el bien y el mal más precioso para nosotros que la paz, la felicidad y la alegría? ¿Preferiríamos ser miserables y emplear mal nuestra libertad para elegir, en lugar de ser humildes y admitir que Dios Sabe lo que es mejor para nosotros? ¿Qué precio pagó para salvarnos y qué precio pagamos cuándo hacemos nuestra voluntad? No, nosotros no tenemos derecho a hacer cuanto deseamos con nuestra vida o con la de otros. Nuestra vida pertenece a Dios y ese Dios es bastante poderoso para mantenerla, suficientemente bueno para sostenerla y lo bastante prudente para atender todas sus necesidades. Nuestro cuerpo, dice S. Pablo, es casa del Espíritu del Señor. Es un Templo. Profanarlo por el pecado o quitarle la vida que da el espíritu, es cometer una injusticia con Dios, los hombres y uno mismo — con Dios porque lo creó y Le pertenece, con nuestro prójimo porque necesita ver a Dios irradiar en nuestras vidas y a nosotros porque fuimos creados para ser hijos de Dios y herederos de Su Reino. Nos olvidamos que todo lo que Dios creó es bueno. En el Libro de Génesis, para asegurárnoslo, después del relato de cada día, dice Dios "vio que era bueno." Si esto es verdad en la creación de los seres inanimados y los animales, cuánto más verdadero en la del ser humano — hecho a imagen y semejanza de Dios. Aquellas cosas que no convienen a nuestras vidas es lo que hacemos la mayor parte del tiempo, pero, incluso en estas circunstancias, Dios saca lo bueno de ellas para nosotros. El único mal en el mundo es el pecado, por el pecado se destruye y se mata, pero la gracia de Dios resucita las almas muertas y las hace nuevas por el arrepentimiento, la confesión y la absolución. Una vez más Dios puede decir, "es bueno — es muy bueno." -------------------------------------------------------------------------------- "Escuchadme.... los que habéis sido transportados desde el seno, llevados desde el vientre materno, Hasta vuestra vejez. Yo seré el mismo, hasta que se os vuelva el pelo blanco, yo os llevaré,” (Is. 46, 3) "Serás como un hijo del Altísimo, y él te amará más que tu madre,” (Eclo 4, 10). “Como aquel a quien su madre consuela, así yo os consolaré.” (Is. 66, 13). "Yo, yo soy tu consolador. ¿Quién eres tú que tienes miedo del mortal y del hijo del hombre, al heno equiparado?” (Is 51, 12). Sí, nosotros no apreciamos el don de la vida. Hemos olvidado la realidad del cuidado y del amor de Dios por nosotros desde la Concepción a la muerte. Contemplamos la naturaleza como si esta obra irracional, hecha por la mano de Dios, decidiera nuestro destino — el destino de unos seres inteligentes. Buscamos en el mundo directrices para pensar y actuar. Miramos a nuestro vecino e intentamos medir sus conceptos e ideales. Buscamos guía y ayuda por todas partes y en cualquier parte, pero no nos dirigimos al Origen de nuestra vida, la Causa de nuestro ser, el Dispensador de nuestra inteligencia y la Vida de nuestro espíritu. Algunos contemplan su nacimiento como un accidente, la vida como un mal necesario y la muerte como una resignación a lo inevitable. La visión puede nublarse tanto, por el egoísmo, las estadísticas y el orgullo, que un útero que da la vida se ha convertido en una tumba de muerte. Hay otros cuyos conceptos de la vida se estrechan, su futuro es tan desesperado y su presente tan insufrible, que la única solución a su problema es la extinción completa de esta vida. Y hay muchos que viven en un tipo de oscuro mundo — la oscuridad de lo inferior — de desesperación, sin un pensamiento sobre Dios, el amor o lo que pueda venir. Viven dentro del círculo de sus propios pensamientos, deseos egoístas y odio a sí mismos. Si aquellos que viven en estas actitudes dolorosas y frustrantes, comprendieran solo cuánto les ama Dios, cómo tienen un lugar en Sus planes, cómo cuida de ellos y desea que estén con Él en Su Reino. Ciertamente la comprensión de ser creados, sostenidos, amados y cuidados desde la concepción, en la vida y en la muerte, aseguraría la libertad a los nonatos, daría fuerza a los desamparados y confianza a los desesperados. Dios tiene toda nuestra vida en la palma de Sus Manos — podemos descansar seguros en nuestro pasado, presente y futuro porque Él nos ama. Cortesía de: Eternal Word Television Network 5817 Old Leeds Road Irondale, AL 35210 EWTN Español

ESCRITOS DE LA MADRE ANGELICA ..EL VALOR DEL SUFRIMIENTO .........POR RITA AMODEI

El valor del sufrimiento El sufrimiento, en todas sus formas, fue desde los orígenes un misterio y una herida para la raza humana. Fue temido, maldecido y apartado, fue un signo de contradicción y una maldición. Jesús se hizo hombre y, al aceptar las consecuencias de nuestra caída y sufrir como todos nosotros sufrimos, elevó el sufrimiento, lo transformó, le dio poder, y entendió el dolor de cada miembro de la humanidad como el suyo. Tanto así, que cuando alivio el dolor de mi hermano, o me compadezco de él, Jesús considera esto como si se lo hiciera a Él mismo. Siempre existió sufrimiento, dolor, hambre y sed antes de la Redención, y después de ella incluso, sigue habiendo sufrimiento, dolor, hambre y sed. La Redención me dio más que la exención del dolor: me dio a Jesús, su gracia, el Espíritu, el amor, la paz y la alegría. La Redención me ha elevado por encima del dolor. Dios no quiere que sufra, así como nunca quiso que Adán y Eva pecaran, pero desde que lo hicieron y yo heredara la debilidad que brotó de aquel pecado, sufro, y siempre tendré que hacerlo. La Redención de Cristo me hizo merecedor de participar en su Naturaleza Divina como Dios a través de la gracia, y participar en sus sufrimientos como hombre, a través de la Cruz. Él descendió desde la Gloria hasta mi sufrimiento para que yo pueda elevarme desde mi miseria a su Gloria. Pero para conseguir esto, debo cargar sobre mis hombros al Cristo Total, sufriente y resucitado. Cargó sobre sí mis pecados para que no pecara más. Cargó sobre sí mis debilidades para que obtenga la gracia de superarlas. Cargó sobre sí mi dolor para que pudiera coger sus manos con las mías. Cargó sobre sí mi humillación para yo pudiera ser elevado hasta su Trono. Cargó sobre sí la ridiculización y el insulto para que pueda mantenerme de pie en la persecución. Cargó sobre sí la perdida de sus amigos en las horas de necesidad para que nunca estuviera solo en las mías. Y luego… Se mantuvo solo, abandonado por Dios y por los hombres, para que nunca me sintiera desolado ni rechazado. Ahora es “nuestra” Cruz: suya y mía. Ahora existe una razón detrás de cada lágrima, cada dolor, cada desconsuelo. Desde ahora la Cruz no es un signo de desesperanza, ha sido elevada en lo alto y en ella yace el Hijo de Dios. Ya no es más un signo de venganza sino un signo de Amor. Ya no destruye sino que renueva y reconfigura. Ya no oprime mi espíritu sino que lo vacía para que pueda ser llenado de Dios. Porque… Cada desconsuelo vacía mi alma de mí mismo y la llena de Él. Cada lágrima lava mi alma y la hace más hermosa ante sus ojos. Cada decepción fortalece mi voluntad para que se adhiera solo a Él. Cada día de ansiedades me hace buscar su apoyo. Cada hora de tensión me hace buscar serenidad a su lado. Cada dolor es añadido a los que sufrió en la Cruz para redimir al mundo. Cada duda me hace buscar la Verdad y tomarla con fuerza. Cada separación me hace tomar conciencia de las cosas esenciales. Cada vez que mi amor es rechazado puedo sentir como se siente Él cuando lo ignoran. Cada vez que soy tratado injustamente, sé cuáles son fueron sus sentimientos cuando fue llamado un demonio. Cada vez que el orgullo, los celos, o la ambición sacan la cabeza puedo ver su Corona de Espinas. . Atrás Cortesía de: Eternal Word Television Network 5817 Old Leeds Road Irondale, AL 35210 EWTN Español

sábado, 11 de mayo de 2013

ADORACION NOCTURNA . NUESTRA SEÑORA DE LA PAZ DE MARMOLEJO . JAEN . ----- POR RITA AMODEI DIRECTORA .

Concierto de Música Sacra a cargo del Orfeón Cajasur en la Parroquia de Nuestra Señora de la Paz de Marmolejo el viernes 6 de junio de 2008, en el Centenario de la Adoración Nocturna de Marmlejo. ++++++++++++++++++++

SANTA TERESA DE JESUS ...FRASES Y PENSAMIENTOS ------ POR RITA AMODEI

frases de Santa Teresa De Jesús Santa Teresa De Jesús » últimas frases Si en medio de las adversidades persevera el corazón con serenidad, con gozo y con paz, esto es amor. Adversidad La vida es una mala noche en una mala posada. Vida No son buenos los extremos aunque sea en la virtud. Virtud La verdad padece, pero no perece. Verdad Si Satanás pudiera amar, dejaría de ser malvado. Satanás Tristeza y melancolía no las quiero en casa mía. Melancolía frases de Santa Teresa De Jesús ++++++++++++++++++++++++++++++ Sólo amor es el que da valor a todas las cosas. Valor Considero yo muchas veces, Cristo mío, cuan sabrosos y cuan deleitosos se muestran vuestros ojos a quien os ama, y vos, bien mío, queréis mirar con amor. Mirar Esta fuerza tiene el amor si es perfecto, que olvidamos nuestro contento por contentar a quien amamos. Amor La perfección verdadera es amor de Dios y del prójimo. Prójimo No le parece que ha de haber cosa imposible a quien ama. Imposible ¡Cuan triste es, Dios mío, la vida sin ti! Dios +++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero. Vivir ¿Quién no temerá habiendo gastado parte de la vida en no amar a su Dios? Dios ¡Oh Señor y verdadero Dios mío! Quien no os conoce, no os ama. Dios El amor de Dios es el árbol de la vida en medio del paraíso terrenal. Paraíso El amor de Dios se adquiere resolviéndonos a trabajar y a sufrir por él. Sufrir Use siempre hacer muchos actos de amor, porque encienden y enternecen el alma. Alma El amor de Dios no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras. Dios En la cruz esta la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo. Cielo Que nada te traume, que nada te turbe, todo se pasa, solo Dios basta. Dios No sabemos amar... No está en el mayor gusto sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios... Determinación Todo el daño nos viene de no tener puestos los ojos en Vos, que si no mirásemos otra cosa que el camino, pronto llegaríamos... Camino En cuanto empecé a caer en la cuenta de la pérdida que había sufrido, comencé a entristecerme sobremanera; entonces me dirigí a una imagen de Nuestra Señora y le rogué con muchas lágrimas que me tomase por hija suya. Caer +++++++++++++++++++++ El amor mundano apega a esta vida; el amor divino por la otra suspira. Sin ti, Dios eterno, ¿Quien puede vivir? Dios Fuiste por amor criada hermosa, bella, y ansía en mis entrañas pintada, si te pierdes, mi amada, alma, buscarte has en mí. Bella Para mí la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada al cielo, un grito de agradecimiento y de amor en las penas como en las alegrías. Oración Tener gran confianza... Quiere su majestad y es amigo de ánimas animosas, como vayan con humildad y ninguna confianza en sí. Humildad Tu deseo sea de ver a Dios; tu temor, si le has de perder; tu dolor, que no le gozas, y tu gozo, de lo que te puede llevar allá, y vivirás con gran paz. Gozo Dios no ha de forzar nuestra voluntad; toma lo que le damos; mas no se da a sí del todo hasta que nos damos del todo. Voluntad Parezcámonos en algo a nuestro Rey, que no tuvo casa, sino en el portal de Belén adonde nació y la cruz adonde murió. Rey Quienes de veras aman a Dios, todo lo bueno aman, todo lo bueno favorecen, todo lo bueno lo dan, con los buenos se juntan siempre y los favorecen y defienden. Dios Siempre he visto en mi Dios harto mayores y más crecidas muestras de amor de lo que yo he sabido pedir ni desear. Dios (...) Procuremos siempre mirar las virtudes y cosas buenas que viéremos en los otros y tapar sus defectos con nuestros grandes pecados... Tener a todos por mejores que nosotros... Defectos Quizás no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear en todo a Dios y procurar en cuanto pudiéremos, no ofenderle. Amar La única razón que encuentro para vivir, es sufrir y eso es lo único que pido para mí. Sufrir ++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Tengo experiencia en lo que son muchas mujeres juntas. ¡Dios nos libre! Mujeres Quien no amare al prójimo no os ama, Señor mío. Prójimo Es imposible... Tener ánimo para cosas grandes, quien no entiende que está favorecido de Dios. Imposible La mejor manera de descubrir si tenemos el amor de Dios es ver si amamos a nuestro prójimo. Prójimo Aunque las mujeres no somos buenas para el consejo, algunas veces acertamos. Mujeres Darse del todo al Todo, sin hacernos partes. Dar

SANTA TERESA DE JESUS . ESCRITOS ..............POR RITA AMODEI

Libro de la Vida +++++++++++ El libro de la Vida es el primero que escribe santa Teresa de Jesús, el más espontáneo y fresco, fiel reflejo de su personalidad y su experiencia humana y sobrenatural. Lo escribe inicialmente en 1562 en una edición ya perdida. Pero vuelve a escribirlo de nuevo, basándose en el texto inicial, en 1565. El libro es una biografía tanto interna como externa, pues además de describir acontecimientos mundanos, también nos relata sus experiencias espirituales y nos enseña a orar. Muy a menudo convierte su relato en una oración. Los capítulos 1 al 10 sí son biográficos en el sentido convencional, pero los que siguen, del 11 al 22 son un tratado de oración, y del 32 al 36 nos describe la primera fundación del convento de San José de Ávila. En su prólogo comienza: “Quisiera yo que, como me han mandado y dado larga licencia para que escriba el modo de oración y las mercedes que el Señor me ha hecho, me la dieran para que por muy menudo y con claridad dijera mis grandes pecados y ruin vida.” (Vida Prólogo, 1). Escribe por obediencia, no por gusto, y considera incompleto el relato en que le piden excluya sus faltas. En la primera parte del libro Teresa nos relata su infancia y juventud, la muerte de su madre y la posterior de su padre. También su ingreso a la vida religiosa en 1535 con 20 años. A esta etapa le siguen 20 años de vida monástica con relajada tibieza y oración mental en sequedad, en una tensión por perseverar y desprenderse del mundo. Ella misma nos cuenta: “Cuando estaba en los contentos del mundo, en acordarme lo que debía a Dios, era con pena; cuando estaba con Dios, las afecciones del mundo me desasosegaban.” (Vida 8,2). Define más adelante oración mental: “… que no es otra cosa oración mental – a mi parecer -, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama.” (Vida 8,5). Insistiendo en todo momento al lector en que no deje nunca esta oración. La intensidad de su vivencia religiosa comienza a adquirir más fuerza desde que lee las Confesiones de San Agustín, y también le causa grave impresión un Cristo muy llagado que trajeron a guardar al oratorio. (Vida 9) Explica entonces la barrera que nos ponemos para acercarnos a Dios: “Mas parécenos que lo damos todo, y es que ofrecemos a Dios la renta o los frutos y quedámonos con la raíz y posesión.” (Vida 11,5). El párrafo que sigue merece atención pues refleja dos aspectos muy interesantes. El primero que no sólo se dirige a religiosos y monjas, sino a todo el que comienza vida espiritual. El segundo, su batalla contra la honra, el orgullo que más adelante definirá como uno de los peores males, también en los monasterios: “Parece también que dejamos la honra en ser religiosos o en haber ya comenzado a tener vida espiritual y a seguir perfección, y no nos han tocado en un punto de honra, cuando no se nos acuerda la hemos ya dado a Dios y nos queremos tornar a alzar con ella.” (Vida 11,2). Y respecto a la honra más adelante: “si no quitan esta oruga… otras virtudes quedarán, más todas carcomidas… por poco que sea el punto de honra es como en el canto de órgano, que un punto o compás que se yerre disuena toda la música.” (Vida 31,21) Grados de oración Los capítulos 11 a 23 del libro de La Vida son un tratado de oración clásico y único, donde compara los niveles de oración con cuatro formas de regar un huerto. Las flores que este dará son las virtudes: 1.- Riego acarreando el agua con cubos desde un pozo. Corresponde con la oración mental, interior o meditativa, que es un discurso intelectual sin repetición de oraciones aprendidas. Se trata de recoger el pensamiento en el silencio, evitar las continuas distracciones y comenzar un diálogo con Dios, sin artificios ni protocolos, como se habla con un amigo. Es la etapa que más esfuerzo personal requiere. Iniciar este camino, supone luchar con continuas distracciones, y las atracciones del mundo, a menudo también contra la tristeza y las dudas. 2.- Riego trasegándola con una noria. Oración de quietud: también llamada contemplativa. La memoria, la imaginación y razón experimentan un recogimiento grande, aunque persisten las distracciones ahonda la concentración y la serenidad. El esfuerzo sigue siendo personal, se comienza a gustar de los frutos de la oración, lo que nos anima a perseverar. 3.- Riego con canales desde una acequia. Oración de unión: El esfuerzo personal del orante es ya muy pequeño: memoria, imaginación y razón son absorbidas por un intenso sentimiento de amor y sosiego: “Quiere el Señor aquí ayudar al hortelano… es un sueño de las potencias, que ni del todo se pierden ni entienden como obran. El gusto y suavidad y deleite es más sin comparación que lo pasado… Es un glorioso desatino, una celestial locura, adonde se aprende la verdadera sabiduría…” (Vida 16,1) 4.- Riego con la lluvia que viene del cielo. Éxtasis o arrobamiento: “El Señor me enseñe palabras cómo se pueda decir algo la cuarta agua…Acá no hay sentir, sino gozar… se goza un bien, adonde junto se encierran todos los bienes… Ocúpanse todos los sentidos en este gozo de manera que no queda ninguno desocupado para poder en otra cosa exterior ni interiormente. no queda poder en el cuerpo ni el alma le tiene para poder comunicar aquel gozo.“ (Vida 18, 1), El texto está cuajado de advertencias sobre la perseverancia, sobre etapas en que se vuelve muy atrás, sobre no querer uno levantar el vuelo sólo. Y continuas llamadas a la humildad, comienzo de toda la oración y también fruto de la misma: “… todo está en lo que su Majestad quiere y a quien quiere darlo; más mucho va en determinarse a quien ya comienza a recibir esta merced en desasirse de todo…”. Desasirse de todo abarca no sólo los bienes mundanos, sino los regalos que recibimos en forma de virtudes, paz o sosiego, a ellos tampoco debemos apegarnos. En el capítulo 29,3 nos describe la transubstanciación: “veía un ángel cabe mí… Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Éste me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas; al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios.” En el capítulo 32 tiene una espantosa visión del infierno de la que sale reforzada: “Después de acá, como digo, todo me parece fácil en comparación”. De su deseo de hacer todo lo posible por la salvación de las almas surge el carisma del Carmelo Descalzo: “Pensaba qué podía hacer por Dios, y pensé que lo primero era seguir el llamamiento que su Majestad me había hecho a religión, guardando mi Regla con la mayor perfección que pudiese. Y aunque en la casa adonde estaba había muchas siervas de Dios y era harto servido en ella, a causa de tener gran necesidad salían las monjas muchas veces…Y también no estaba fundada en su primer rigor la Regla, sino guardábase conforme a lo que en toda la orden, que es con bula de relajación, y también otros inconvenientes, que me parecía a mí tenía mucho regalo, por ser la casa grande y deleitosa.” (Vida 32,9) “… a la manera de las descalzas.” (Vida 32,10) Tuvo que vencer muchos obstáculos para su primera fundación, desde la oposición y burla de muchos de sus contemporáneos incluyendo sus compañeras y confesores, hasta su propio apego a la cómoda vida que tenía y su amplia celda. Santa Teresa escribe una carta final remitiendo su libro a sus superiores: “… Yo he hecho lo que vuestra merced me mandó en alargarme, a condición que vuestra merced haga lo que me prometió en romper lo que mal le pareciere”. El libro fue muy estudiado, hasta por la inquisición. El Padre Domingo Báñez escribía en 1575: “Sola una cosa hay en este libro en que poder reparar, y con razón; basta examinarla muy bien: y es que tiene muchas revelaciones y visiones, las cuales siempre son mucho de temer, especialmente en mujeres, que son más fáciles en creer que son de Dios…”. El libro se publicó varios años después de la muerte de Santa Teresa. Leer el Libro de la Vida ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Camino de Perfección ++++++++++++++++ Se trata de una guía de espiritualidad formalmente dirigido a las monjas del monasterio de San José de Ávila, pero que su autora, consciente o inconscientemente, acaba dirigiendo a toda congregación religiosa e incluso a seglares, dado que el momento de reformas y cismas que se viven, le hacen querer extender sus consejos a todos los cristianos. Al igual que sucede con el Libro de la Vida, escribe esta obra dos veces, pero en esta ocasión sí disponemos de los dos autógrafos, conocidos como el autógrafo de El Escorial y el de Valladolid, por el lugar donde se conservan, pues ambos fueron escritos en San José de Ávila en 1566 y 1567. La primera redacción (El Escorial) es más espontánea y libre, con muchas expresiones familiares, al pensar la autora que no saldría de su monasterio. La segunda (Valladolid) ya parece pensada para su publicación y es más completa, aumentada y corregida. Como con otros libros (Vida o Fundaciones) no pone un título inicialmente, ni se publica hasta después de su muerte. Camino de Perfección es el primero en publicarse, un año después de su muerte en 1583. También coincide en su introducción en verse importunada para escribirlo, por obediencia. Nos habla en este libro de la reforma recién emprendida, del amor, desasimiento y humildad como bases de la vida comunitaria, del peligro de la honra: “… no hay tóxico que mate, como estas cosas, la perfección.” (Camino de Perfección 12,7) También nos habla de la oración con unos avisos significativos para perseverar con humildad frente a Dios sin exigir o buscar experiencias sobrenaturales: “…importa mucho entender que no a todos lleva Dios por un camino; y, por ventura, el que le pareciere va por muy más bajo está más alto…” (Camino de Perfección 27,2). O dicho de otra forma: “El verdadero humilde ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor” (Camino de Perfección 15, 2). Gran parte de la obra es una meditación sobre el Padre Nuestro como oración vocal más importante, con puntos de gran profundidad en su análisis. +++++++++++++++++++++++++++ Castillo Interior +++++++++++++++++++++++ Las Moradas o Castillo Interior Una nueva petición de sus monjas y superiores vuelve a importunar a la santa para escribir un tratado de oración, que realiza en 1577, comenzando con su tradicional queja por el esfuerzo que le supone. A su vida de oración en el convento se sumaban las labores de dirección y nuevas fundaciones y debía sacar tiempo de donde no lo tenía para escribir con una pluma y la débil luz de una vela, en muchas ocasiones robándole tiempo al sueño. Comienza con una metáfora que explica sus dos títulos: “.… considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas…y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma… la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal; que como sea oración, ha de ser con consideración; porque no advierte con quien habla y lo que pide y quien es quien pide y a quien, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios…” Desgrana la oración en 7 moradas (frente a las cuatro etapas que comenta en el Libro de la Vida). Después de describir con detalle cada grado de oración y los efectos que dejan en el alma con refuerzo de virtudes, y lo que podemos hacer de nuestra parte para que el Señor quiera darnos las gracias místicas hay dos importantes conclusiones. La primera es que estas gracias: “… no piense alguna que es sólo para regalar estas almas, que sería grande yerro; porque no puede su Majestad hacernos mayor regalo que es darnos vida que sea imitando a la que vivió su Hijo tan amado; así tengo yo por cierto que son estas mercedes para fortalecer nuestra flaqueza – como aquí he dicho alguna vez – para poderle imitar en el mucho padecer. Siempre hemos visto que los que más cercanos anduvieron a Cristo nuestro Señor fueron los de mayores trabajos…” (Moradas 4,4 y 4,5). O dicho más resumido, los favores y gracias místicas: “…procuremos alcanzar, y no para gozar, sino para tener estas fuerzas para servir.” Moradas (4,12) La segunda habla de la prevención a los que pretenden ser muy espirituales: “… poco me aprovecha estarme muy recogida a solas haciendo actos con nuestro Señor, prometiendo y proponiendo de hacer maravillas por su servicio, si en saliendo de allí, que se ofrece la ocasión, lo hago todo al revés.” (Moradas 4,7) Y esta otra advertencia, aún más dura: “… ¿Sabéis qué es ser espirituales de veras?: hacerse esclavos de Dios, a quien, señalados con su hierro que es el de la †, porque ya ellos le han dado su libertad, los pueda vender por esclavos de todo el mundo… así es que, hermanas, para que lleve buenos cimientos, procurad ser la menor de todas y esclava suya…”.(Moradas 4,8) +++++++++++++++++++++++++++++ Las Constituciones ++++++++++++++++++++++ Legislación para el ideal de la nueva forma de vida carmelitana. Teresa se sirvió de las Constituciones observadas en el monasterio de La Encarnación de Ávila, así como de legislación y costumbres de otras órdenes religiosas y consejos de otras personas entendidas. Organizó la nueva vida con una decisiva orientación contemplativa centrada en la oración, contacto sostenido con la soledad de la clausura estricta, el silencio, la pobreza, la penitencia, el trabajo manual, la abstinencia de carnes y las alegres recreaciones. Santa Teresa no admitió al principio más que a trece religiosas, pero más tarde, en los conventos que no vivían sólo de limosnas sino que poseían rentas, aceptó que hubiese veintiuna. Describe el régimen interno del convento, con horarios, sanciones, normas de vida, etc. Dando buena idea de su rigor: “En verano se levanten a las cinco, y estén hasta las seis en oración. En el invierno se levanten a las seis, y estén hasta las siete en oración.” “No puede hablar una hermana con otra sin licencia, si no fueren las que tienen los oficios en cosas necesarias”. “Todo el tiempo que no anduvieren con la comunidad, o en oficios de ella, se esté cada una por sí, en las celdas o ermitas…” “Hase de vivir de limosna siempre, sin ninguna renta y, mientras se pudiere sufrir, no haya demanda. Mucha sea la necesidad que les haga traer demanda, …”. Se refiere la renta a ingresos regulares asegurados. San José de Ávila se fundó sin renta, pero en poblaciones menores de pocos habitantes y de carácter rural la santa fundó conventos con renta. Demanda se refiere a pedir limosna ellas o alguien en su nombre. “En ninguna manera posean las hermanas cosa en particular ni se les consienta, ni para el comer, ni para el vestir… sino que sea todo en común… Y por esto tenga mucho cuidado la priora en que, cuando viere alguna hermana aficionada a alguna cosa, ahora sea libro o celda o cualquiera otra cosa, de quitárselo.” “Hase de ayunar desde la Exaltación de la Cruz, que es en Septiembre, desde el mismo día, hasta Pascua de Resurrección, excepto los domingos. No se ha de comer carne perpetuamente.” “Las camas sin ningún colchón, sino con jergones de paja: que probado está por personas flacas y no sanas que se puede pasar… jamás haya alfombra, si no fuere para la iglesia” “En vestido y cama jamás haya cosa de color, aunque sea cosa tan poca como una faja…Han de tener cortado el cabello, por no gastar tiempo en peinarle. Jamás ha de haber espejo, ni cosa curiosa, sino todo descuido de sí.” En el locutorio: “A nadie se vea sin velo, si no fuere padre o madre o hermanos… Téngase gran cuenta en hablar con los de fuera… véanlos muy pocas veces, y éstas concluyan pronto.” “No se haga más con la priora y antiguas que con las demás.” “Ninguna hermana hable en si se da mucho o poco de comer, bien o mal guisado.” “Las enfermas sean curadas con todo amor y regalo y piedad, conforme a nuestra pobreza…”. También da normas para elegir novicias: “... que no sean menos de 17 años… Cuando se tomare alguna, siempre sea con parecer de la mayor parte del convento; y cuando hagan profesión lo mismo.” Por último establece las correcciones para la culpa: “ … leve, …media, …grave, … más grave, … gravísima”. +++++++++++++++++++++++++ Las Fundaciones +++++++++++++++++++++++ Nace este Libro, como el Libro de la Vida, de la obediencia impuesta a Santa Teresa. Esta vez para que relate su hazaña de reforma del Carmelo y fundación de varios monasterios por toda España. Lo escribe entre 1573 y 1582, con muchos períodos de inactividad. Comienza a sus 58 años y concluye meses antes de su muerte a los 67. Es pues una obra de su madurez, en la que acepta de mala gana su papel de cronista, tornándolo por el de directora espiritual en gran parte de su redacción. Se mezclan en este libro su sabiduría espiritual con la historia de la época, las rencillas de la Iglesia y los negocios mercantiles que supone cada fundación. Comienza quejándose de tener que escribirlo: “Por experiencia he visto… el gran bien que es para un alma no salir de la obediencia…” y continúa explicando quien se lo pide: “el maestro Ripalda, habiendo visto este libro de la primera fundación, le pareció sería servicio de nuestro Señor que escribiese de otros siete monasterios que, después acá,… se han fundado, junto con el principio de los monasterios de los padres descalzos.” Explica que, aunque no se consideraba capaz de escribir una nueva obra: “…me dijo El Señor: Hija, la obediencia da fuerzas.”. Teresa agradece continuamente las ayudas pero silencia los nombres de quienes pusieron dificultades, lo advierte así: “… Por tener yo poca memoria, creo que se dejarán de decir muchas cosas importantes, y otras, que se pudieran excusar, se dirán”. Tras cinco años en el primer convento fundado: San José de Ávila, años de vida conventual ajustada al régimen primitivo, recibe la visita del P. Maldonado trayéndole noticias de la inmensa labor misionera que se requiere en América, lo que apena a la Santa, que en oración escucha: “…Espera un poco hija, y verás grandes cosas.”. Y efectivamente poco tiempo después recibe la visita del padre general de Roma con:”…cumplidas patentes para se hiciesen más monasterios, con censuras para que ningún provincial me pudiese ir a la mano.” Y es así como Teresa se hace a los caminos y nos cuenta lo que en ellos encuentra; sol abrasador, frio y barro, gente de bien que la ayudan y traidores que desdicen lo prometido. En Medina del Campo se produce el encuentro con San Juan de la Cruz, que, buscando mayor soledad y austeridad planeaba el ingreso en la cartuja de El Paular, cuando en 1567 se encuentra con Teresa y le convence de ayudarle en la reforma fundando el primer monasterio de la orden de los descalzos: Duruelo, Ávila. Contaba ella 52 años y 24 él. Teresa nunca pierde el ánimo. En un viaje en el duro invierno a Burgos, pasando frío y sufriendo la lluvia y el barro de los caminos, se encuentra con una hostilidad inesperada para fundar. Corría el año 1580, tenía por tanto 65 años y acababa de pasar un mal viaje, no de horas, como los de ahora, sino de días. Su relato se vuelve entonces oración, como tantas veces: “¡Oh Señor mío, qué cierto es a quien os hace algún servicio pagar luego con un gran trabajo!, ¡Y qué precio tan precioso para los que de veras os aman, si luego se nos diese a entender su valor!” (Fundaciones 31,22). ++++++++++++++++++++++++++++++ Poesías ++++++++++++++ Poesías Santa Teresa escribe poesías sólo ocasionalmente. Lo hace inspirada en poemas y rimas pastoriles y literarios que aprendió en su juventud cuando también leía libros de caballerías. Muchos de ellos los compone durante los largos viajes a las fundaciones, en los carromatos en que se desplazaban, para animar las largas y monótonas horas. Las compuso para alegrar la vida de los conventos, pues le gustaba ver a las hermanas contentas. No se dio mucha importancia estos cortos textos, por lo que deben haberse perdido la mitad de ellos. Reproducimos algunas de sus poesías más inspiradoras: Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, La paciencia, todo lo alcanza, Quien a Dios tiene, nada le falta. Sólo Dios basta. ———————————– Vivo sin vivir en mí, Y tan alta vida espero, Que muero porque no muero. ———————————– En la cruz está la vida, y el consuelo, y ella sola es el camino, para el cielo. ———————————- Vuestra soy, para vos nací: ¿qué mandáis hacer de mi? Soberana Majestad, eterna sabiduría, Bondad buena al alma mía; Dios, Alteza, un Ser, Bondad: la gran vileza mirad, que hoy os canta amor así: ¿qué mandáis hacer de mi? Vuestra soy, pues me criastes, vuestra pues me redimistes, vuestra, pues que me sufristes, vuestra pues que me llamastes. vuestra, porque me esperastes, vuestra pues no me perdí, ¿qué mandáis hacer de mi? ¿Qué mandáis, pues, buen Señor, que haga tan vil criado? ¿Cuál oficio le habéis dado a este esclavo pecador? veisme aquí, mi dulce amor, amor dulce veisme aquí: ¿qué mandáis hacer de mi? Veis aquí mi corazón, yo le pongo en vuestra palma; mi cuerpo, mi vida y alma, mis entrañas y afición. Dulce esposo y redención, pues por vuestra me ofrecí, ¿qué mandáis hacer de mi? Dadme muerte, dadme vida; dad salud o enfermedad, honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz crecida, flaqueza o fuerza cumplida, que a todo digo que sí: ¿qué mandáis hacer de mi? Dadme riqueza o pobreza, dad consuelo o desconsuelo, dadme alegría o tristeza, dadme inferno o dadme cielo, vida dulce, sol sin velo, pues del todo me rendí: ¿qué mandáis hacer de mi? Si queréis dadme oración; si no, dadme sequedad, si abundancia y devoción, y si no esterilidad. Soberana Majestad: sólo hallo paz aquí, ¿qué mandáis hacer de mi? Dadme pues sabiduría, o, por amor, ignorancia; dadme años de abundancia, o de hambre y carestía. Dad tiniebla o claro día, revolvedme aquí y allí, ¿qué mandáis hacer de mi? Si queréis que esté holgando, quiero por amor holgar, si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando; decid dónde, cómo y cuándo, decid dulce amor decid: ¿qué mandáis hacer de mi? Dadme Calvario o Tabor, desierto o tierra abundosa; sea Job en el dolor, o Juan que al pecho reposa; sea viña fructuosa, o estéril, si cumple así: ¿qué mandáis hacer de mi? Sea José puesto en cadena, o de Egipto adelantado, o David sufriendo pena, o ya David encumbrado. Sea Jonás anegado, O libertado de allí: ¿qué mandáis hacer de mi? Haga fruto o no lo haga, esté callando o hablando, muéstreme la ley mi llaga, goce de Evangelio blando; esté penando o gozando, sólo vos en mí vivid. ¿qué mandáis hacer de mi? Vuestra soy, para vos nací: ¿qué mandáis hacer de mi? Teresa de Ávila Yo soy tuyo y para tí, Y gusto de ser tal cual soy, Por ser tuyo y para darme a tí. ++++++++++++++++++++++++++++++++++ Otras Obras ++++++++++ CUENTAS DE CONCIENCIA Hay 66 cuentas de conciencia, breves anotaciones, siempre de carácter espiritual. Complementan alguno de los capítulos del Libro de la Vida. MEDITACIONES SOBRE LOS CANTARES Atrevida obra de Santa Teresa sobre el Cantar de los Cantares, cuando en el siglo XVI no estaba permitido publicar o leer la sagrada Escritura en lengua romance. Como otras veces no puso título ella a la obra. Y quemó los dos autógrafos por orden de su confesor. Por suerte se conservaban copias de ambos originales. EXCLAMACIONES DEL ALMA A DIOS Conservamos copias pero no autógrafos de esta breve obra, escrita en forma de diálogo directo y continuo con Dios. Leer Exclamaciones del Alma a Dios. VISITA DE DESCALZAS Santa Teresa ofrece en Vejamen consejos y sugerencias a los visitadores que inspeccionaban los conventos alrededor de una vez al año. DESAFÍO ESPIRITUAL Respuesta de Santa Teresa a un reto “a lo divino” que recibe desde el monasterio de Pastrana. VEJAMEN Recogida en oración la santa escuchó: -Búscate en mí. Y preguntó a través de su hermano Lorenzo a Salcedo, Julián de Ávila y Juan de la Cruz el significado de aquellas palabras. Las breves líneas de Vejamen son la respuesta de la santa, en tono festivo, a los comentarios a las interpretaciones de los tres religiosos. Leer Vejamen y Desafío Espiritual. CARTAS Se conservan 451 cartas y 24 fragmentos imposibles de fechar. Pero son sólo una parte de las que se estima que escribió: entre 10.000 y 25.500 según diferentes estimaciones. Tienen el interés de mostrarnos la intimidad diaria de Teresa, con sus problemas materiales, penas y alegrías. +++++++++++++++++++++++++++++++ La Vida: El Manuscrito ++++++++++++++++ La primera obra de Teresa de Jesús es su autobiografía. Se trata de un libro modestísimo en todas sus manifestaciones, excepto en su contenido: Doscientos veinticinco folios autógrafos escritos por el anverso y el reverso en 205mm de ancho por 295 mm de alto (muy similar a un A4). Teresa optaba por un formato grande para manejar la pluma con comodidad. La escritura es sin titubeos, firme, con muy pocas enmiendas o tachaduras y con líneas cortas y rectas. Los folios se agrupan en 11 cuadernillos con hasta 5 filigranas distintas. Lo que indica que se fueron adquiriendo folios a medida que la obra se iba completando, probablemente porque la falta de medios no permitía anticipar los gastos. Están numerados con cifras romanas en el margen superior al no conocer Teresa los números fenicios usados actualmente. Los cuadernillos están cosidos (probablemente por la autora) y estuvieron un tiempo sin tapas por lo que la primera y última página están más deterioradas. El resto de folios tienen un razonable estado de conservación. Donde más ha sufrido el manuscrito el paso del tiempo es en la marca de las letras, pues la pluma usada (probablemente de ganso) debía ser afilada con frecuencia con el cortaplumas haciendo que su marca debilitase el papel. La composición casera de la tinta, de color ocre y con alta composición de antioxidantes, provocó sombreados en las caras opuestas, especialmente tras cada recarga, incluso taladrados al unirse a la acción ya mencionada de la pluma afilada. Sólo la primera página está escrita sólo por el reverso, probablemente destinando el anverso al título. La letra es humanista cursiva y corriente con 25 a 30 renglones por cara, todo en minúsculas y sin punto, coma, comillas exclamaciones ni ningún símbolo de puntuación salvo dos: Un trazo oblicuo con el que comienza cada párrafo, o hace la función de comillas y una virgulilla (o tilde de la ñ) con la que completa algunas palabras: en lugar de “que” pone la virgulilla sobre la q y lo mismo con aunque y otras palabras. No utiliza la x (ecelente), ni la k, casi siempre omite la h y utiliza indistintamente la b y la v, y toma la y griega en el comienzo de palabra (iglesia). El autógrafo es perfecta e intencionadamente anónimo, sin portada, sin título, sin nombre de la autora, sin fecha ni lugar de composición sin nombre de mandatarios ni destinatarios (tan sólo menciona “mis confesores”). Con dudosa separación entre vocablos. Todo en línea con su lenguaje muy cercano al hablar coloquial, y una autora no universitaria. El libro se concluye en 1565 permaneciendo en el Monasterio de San José en Ávila (el primero fundado por Teresa) hasta 1575. De 1575 a 1587 es secuestrado por la Inquisición. En 1588 Fray Luis de León lo publica en el ámbito universitario de Salamanca, encontrando en 1592 su alojamiento en la Real Biblioteca de El Escorial donde permanece hasta nuestros días, recibiendo allí su título y una lujosa encuadernación de piel recubierta de tisú amarillo floreado y sobre forrado de terciopelo carmesí con guardas blancas de seda y márgenes dorados. Fuente: Notas a la conferencia del P. Tomás Álvarez en el CITES el 24 de Agosto de 2010